Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano

262 laborales y de los imaginarios del trabajo que asumen una crítica a la precarización. b) Los procesos de precarización se vuelven transversales no sólo a los segmentos de trabajadores/as de baja cualificación, sino que a las profesiones tradicionalmente cargadas de mayor estatus y estabilidad. Este hecho moviliza los procesos de identificación y reconocimiento – como trabajadores – desde la llamada “clase media y de servicios”, hacia una categoría gris de identidad e identificación social. c) Se potencian así, estructuralmente una fuerza de degradación de las condiciones laborales, la cual se caracteriza por la exclusión en el empleo y el desempleo, la intensificación del trabajo, la institucionalización, etc. Esta tendencia se desenvuelve desde los núcleos del trabajo inestable a la composición de los segmentos y las clases populares. Con ello, es posible reconocer la redefinición de la composición de los actores subalternos, así como la ampliación de los límites de las zonas de vulnerabilidad y marginalidad social. De este modo, la condición de precariedad está intrínsecamente asociada a distintas vertientes y dimensiones de la precariedad del trabajo, las cuales parecen haberse convertido en una tendencia a nivel internacional en el reordenamiento de los espacios de trabajo y de restructuración productiva desde la década de los 80 (Castel, 1997; Auer y Cazes, 2000; Antunes, 2003; Castel & Dörre, 2009; Marín, 2013). Esta incorporación de la precariedad como parte de la nueva realidad del empleo exhibe: a) una aparente permeabilidad e internalización de los debates de las ciencias y estudios del trabajo sobre los cambios en la matriz socio-productiva (Kalleberg, 2003; Paugam y Zhou, 2007; Van der Linden, 2014); b) un nuevo escenario de flexibilización de las relaciones de empleo (Esping-Andersen & Regini, 2000; Thompson & Van der Broek, 2010), como también c) una connotación especial a los procesos constitutivos de resistencias, colectividades y movilización social (Frege & Kelly, 2004; Ross, 2008; Barattini, 2009; De la Garza, 2011). En Chile, la precariedad se mueve fluidamente por la estructura del empleo, a partir de la incidencia multidimensional y compleja en las condiciones de trabajo. Esta incertidumbre de la venta de la fuerza de trabajo se encuentra acompañada de nuevos modos de gestión empresarial, modelos de pauperización y de control/vigilancia en el trabajo. En ese sentido, en el capitalismo contemporáneo la división social del trabajo y la explotación requieren de la precarización como una relación instituida para presionar y tensionar las posibilidades de reproducción de la fuerza de trabajo en general. Su institución en las políticas neoliberales, así como su persistencia estructural en la sociedad chilena hacen considerar a la precariedad como una relación social que desmonta y problematiza los enfoques tradicionales de entender las características estructurales de composición de las clases sociales a partir del trabajo.

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