Neoliberalismo, neodesarrollismo y socialismo bolivariano

213 estructura e historia, relaciones de explotación, conflictos de clase y dominación estructural del capital. La elección de la temática trabajada en este texto tiene su origen en los años 1970, justamente en la época en que llegaban a las universidades brasileras ecos poco audibles del debate entre Miliband y Poulantzas, aunque este debate no sea tratado aquí. Su contribuición es servir de un marco simbólico a la actual pretensión de la autora de también, con base en Marx, suplir limitaciones teóricas interpuestas, entre aquellos años y ahora, al entendimiento de la política social más allá de la mera provisión; y evitar, en el plano metodológico, vicios funcionalistas, que explican acontecimientos históricos por sus funciones, manifestaciones empíricas o separan estructura y acción de los sujetos. Sin embargo, aunque el poder estructural del capital aquí privilegiado englobe la acción de actores estratégicos, esta acción, traducida como capacidad de presión de agentes capitalistas, representados por instituciones comerciales, financieras, industriales, de comunicación (GOUGH, ídem, p. 111), sobre agentes de los Estados nacionales, no será el centro de interés; pero sí, la capacidad del sistema del capital de influir en los procesos económicos y políticos de diferentes naciones sin tener, necesariamente, que aplicar presión directa y explícita sobre gobernantes y otros cuadros políticamente importantes. Esta es la noción de poder estructural del capital que sustenta este texto, la cual, según Gough (ídem, p, 141), se caracteriza por su control sobre las inversiones nacionales a la par con su capacidad de transmitir ese control a otras jurisdicciones y de internacionalizar la vida económica. Eso, a su vez, genera poder estructural sobre el trabajo, dependencia de los Estados de los ingresos fiscales y colonización burguesa de la vida social. Esta decisión analítica trae implícita la consideración de que hay diferencia entre capital y capitalismo, aunque sea difícil su identificación en las formaciones sociales en que ambos términos conviven imbricadamente. Por eso, se hace necesario explicitar, en primero lugar, esa diferenciación, para que el énfasis sobre el poder estructural del capital y su dominio en el modo capitalista de producción gane sentido y claridad. Siguiendo los pasos de Gough (ídem), tal dominio será detectado en cinco campos de influencia: i) control sobre la inversión ; ii) liberalización y desregulación de los flujos del capital ; iii) control sobre la explotación de la fuerza de trabajo ; iv) dependencia estatal de los recursos fiscales ; v) control ideológico . Luego de eso, será apreciada la repercusión de este poder estructural, asociada a acciones coyunturales de sujetos capitalistas particulares, sobre los rumbos contradictorios de la política social en Brasil, incluyendo el golpe de Estado de 2016. Finalmente, cabe señalar que este ensayo parte de una paradoja de la teoría social ya percibido y utilizado como punto de partida investigativo por otros analistas que me sirven de referencia, que es: hay, en el mundo intelectual, una especie de abandono del marxismo como un medio privilegiado de entendimiento de las dinámicas de las democracias capitalistas avanzadas justamente cuando ocurre el más extenso e intenso desarrollo de las relaciones de producción capitalistas (LOCKWOOD, 1999), perceptible hasta por agentes del sistema del capital. Al respecto,

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