Aluviones y resiliencia en Atacama : construyendo saberes sobre riesgos y desastres

341 Epílogo Profesora Ruth Carrizo Peña Directora de la Escuela Diego Portales Palazuelos de Chañaral Mi Abuela nació en agosto de 1910 y vivió 103 años, 84 de ellos residiendo en Chañaral. Tuve la suerte de compartir con ella muchas historias, que más que historias eran aprendizajes que me ayudaron, entre otros aspectos, a comprender y querer nuestro espacio, nuestro territorio y nuestra geografía. Yo tenía 11 años, cuando una noche, desde la ventana del segundo piso de mi casa, veía como se iluminaba la playa grande de Chañaral con los imponentes relámpagos y los retumban- tes truenos, los que me hicieron correr despavorida a los brazos de mi abuela. Con los truenos y relámpagos la lluvia era copiosa. Ella me explicaba que cada cierto tiempo se daba este fenómeno, pero que debía estar tran- quila ya que, en el sector donde residíamos la lluvia no nos haría daño, repitiendo, “estamos en una zona que el río Salado no daña las casas”… “pobre gente, Dios se apiade de ellos”… “en septiembre tendremos muchos lirios, iremos al cerro y tomaremos té remojado con cáscaras de naranja seca”. Yo tenía conciencia de un río llamado Salado y de la bajada de la quebrada de Conchuelas por los relatos de mi abuela, pero, existía una dicotomía en mi registro memorístico ya que, hasta ese momento, conocía un río de tierra, sin caudal y no conocía los daños causados por las quebradas del sector de Conchuelas. Ya en ese tiempo existía la Población Aeropuerto e identificábamos surcos que delimita- ban el río Salado y con ello un puente de madera, máxima obra de ingeniería que permitía la conectividad entre la población y el resto de la ciudad. Después de la lluvia, por primera vez vi agua en el lecho del río y también vi destrucción y dolor en el sector de Conchuelas, había bajado la quebrada. De igual forma, a mis cortos 11 años, no entendía por qué las personas residían en esos sectores, ya que, de acuerdo a lo relatado por mi abuela, se conocían los riesgos de habitar esos lugares. En su primer capítulo, la lectura de este libro no solo remueve la memoria y el conoci- miento que fuera transmitido por la tradición oral, sino que, además, con los datos históricos presentados, me pareciera estar viviendo cada uno de los episodios, permitiéndome realizar una comparación e identificación casi calcada de los eventos que provocaron los mayores desastres en la historia de Atacama, tal como ocurrió el 25 de marzo de 2015. En sus doce capítulos, esta obra muestra las diferentes perspectivas de un mismo proble- ma, a partir de disciplinas que ponderan y ponen énfasis en el conocimiento que se tiene respec- to de los riesgos a los que nos enfrentamos los ciudadanos que formamos parte de este amado territorio, la región de Atacama. El libro, además, devela y visibiliza un problema que por muchos años ha avanzado silen- ciosamente bajo el cobijo y amparo de la llamada fuente laboral de la región, además del ausen- tismo de políticas de resguardo, mitigación y recuperación ambiental, me refiero al impacto que generan las empresas de la pequeña y gran minería al medio ambiente y con ello, sus repercu- siones a la salud de quienes estamos expuestos a los sedimentos que se removieron con mayor fuerza después del evento del 25M. Aluviones y resiliencia de Atacama. Construyendo saberes sobre riesgos y desastres

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=