Coloquio democracia y participación universitaria

Coloquio Democracia y Participación Universitaria [ 96 ] enseñanza; hasta hoy la ha dominado un espíritu libresco. Es necesario que un fuerte soplo de vida, de humanidad, pase arrasando todo esto y renueve los métodos de enseñanza”. La otra: “La carencia de finalidades concretas lleva a algunos jóvenes a sostener que se preparen reformas a los estudios universitarios. Este objetivo se encuentra fuera del alcance y competencia de los estudiantes. Se tomarán las medidas tendientes a mantener el orden. Se llama a los padres a responsabilizarse por sus hijos universitarios”. ¿Quiénes son los hablantes en cada una de estas posturas? La última es dicha en el año ’30 por el Ministro del Interior de Carlos Ibáñez, el General Bar- tolomé Blanche. La primera corresponde nada menos que a Gabriela Mistral en 1922, justamente poco antes de irse a México invitada por el gobierno de ese país para ayudarle en la construcción de su sistema de educación escolar público. Para finalizar este punto, veamos otro par de citas: “Conceder a los alumnos participación en la dirección de la Universidad, en- trañaría la destrucción de la autoridad y la disciplina”. Segunda cita: “Los estudiantes son una suerte de clientes o compradores de servicios uni- versitarios y su conducta no será muy diferente de los que acuden al super- mercado o a las grandes tiendas. El cogobierno estudiantil equivale a que los compradores de las grandes tiendas participen en la elección de los gerentes y se sienten en las juntas de accionistas con voz y voto. El resultado de esta experiencia no puede ser bueno. Es el mundo al revés y significa simplemente poner a cargo del negocio al cliente de paso y que, además, conoce muy poco del proceso de producción y distribución”. ¿Quiénes dicen esto? Primero, una editorial de El Mercurio del año ‘32 y lue- go, otra editorial de El Mercurio del 21 de junio de 1997. Creo que sobran palabras en realidad así que no comentaré mucho más este punto. Pero de manera evidente, vemos aquí dos vertientes que se repetirán a lo largo de la historia de Chile, una, anclada en sus mitos, y la otra, en sus anhelos de cambio y profundidad. Si una representa la búsqueda de una mejor y más ex- tendida educación al servicio de las mayorías, como lo decía Gabriela Mistral el ‘22, la otra representa al poder, temeroso de verse cuestionado y apelando siempre al orden natural de las cosas, como si se tratara de algo inmutable y dado por voluntad divina. Recapitulando, hemos hablado aquí de un primer periodo (1922-1932) en que la Universidad, muy de la mano de los estudiantes en un primer mo- mento, aparece en busca su autonomía y su fisonomía. A partir de allí, y con un nuevo Estatuto en 1933 vendrán otros procesos relevantes como la lenta y sostenida marcha por potenciar a la Universidad de Chile como una ins- titución capaz de crear conocimiento, así como el desarrollo de numerosas reparticiones universitarias durante el rectorado de Juvenal Hernández y toda la discusión de reforma universitaria que se instalará nuevamente en los años 50 2 . Cabe destacar un hito relevante: la Ley 11.575 de 1954 que creó el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH) a iniciativa del Rector Juan Gómez Millas, asociando recursos de derechos de aduana y 2 Ver por ejem- plo, el visionario Antepro- yecto de Reestructuración de los Estudios Superiores que Juan Gómez Millas le encargó a Irma Salas y Egi- dio Orellana en 1957 (Salas, 2008, pp. 149-177).

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