Mapuche Nütram

66 MAPUCHE NÜTRAM HISTORIAS Y VOCES DE EDUCADORES TRADICIONALES adquieren significados específicos y, muchas veces, les anuncian el término de una etapa y el comienzo de una nueva. Esto es precisamente lo que ocurre con la labor educativa de la tía Panchita, como cariñosamente le llaman a la educadora de la escuela rural Trumpulo Chico, comuna de Padre Las Casas, ubicada en la comunidad del mismo nombre. Dentro de su ciclo particular, tal como el eterno retorno del antü (sol) por el puel mapu (este), el año 2017 pareció significar el término de una fase de su labor como docente y el inicio de nuevos desafíos. Es seguro que esto no será un problema para ella, pues su historia personal es de resiliencia: ha debido sobreponerse a múltiples complicaciones para salir adelante. A sus jóvenes 16 años, emigró a Santiago para trabajar en casas particulares. Si bien estaba acompañada de dos de sus diez hermanos, la soledad le hacía “lavar platos con más lágrimas que agua”. Su decisión de quedarse en la capital se vio truncada por una fuerte intoxicación con sulfa que estuvo a punto de matarla. Si bien se repuso de este fuerte impacto, tuvo secuelas que la obligaron a tratarse de forma urgente: “Se me secaron los lagrimales, pero estuve a un punto de irme más para allá que para acá. Después estuve un año en el que mi mamá me fue a buscar, acá en el sur y de ahí mi cuñado vino de Argentina, me vino a buscar y me dijo que tenía un médico amigo en Argentina y me llevó un médico oftalmólogo. Me descubrieron que no tenía lágrimas y hasta el día de hoy estoy con lágrimas artificiales”. Este período culminó con el retorno a su comunidad, en donde echó raíces, formó su familia y comenzó su participación activa como dirigente comunitaria. En este sentido, antes de ingresar a la escuela Trumpulo Chico como educadora, la tía Panchita completó un intenso ciclo vital que fraguó su carácter con aprendizajes que la acompañan hasta el día de hoy. Pukem: El comienzo de su labor como educadora Luego de que en el año 2005 la activa Francisca Blanco decidiera poner término a un ambicioso proyecto de turismo rural que consistía en recibir turistas, en su mayoría extranjeros, en una ruka construida a la usanza tradicional, que se extendió por 6 años impulsada gracias a su participación en un proyecto de Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi), se abrió la posibilidad de participar como asesora cultural en la escuela de su comunidad para la implementación del Programa Orígenes. Devastada por el fracaso de su anterior proyecto, en el que su primera ruka se incendió por la irresponsabilidad de visitantes que querían grabar con luz natural; y la segunda, hecha por ella y su familia, fue destruida por un temporal de viento y lluvia, la tía Panchita dio por finalizado su ciclo como emprendedora y buscó otros rumbos. La opción de ingresar a la escuela le pareció atractiva en el sentido de poder entregarles a niños y niñas de su comunidad parte del kimün (saber) que había aprendido en su vida y, sobre todo, transmitir el mapuzugun que tan bien podía expresar. La naciente educadora confiaba mucho en sus capacidades, principalmente porque su kimün estaba basado en una crianza ligada a kimche (sabios) y una formación mapuche tradicional: “Yo me crie, siempre lo he dicho, y nunca me avergonzaré: yo nací en una ruka , con piso de tierra. Nosotros no conocíamos casa de madera y fui la última hija de mis papás, de mis viejos, de mis hermanos. Mi abuelita murió descalza, nunca usó zapatos. Ella no hablaba el castellano, hablaba el mapuzugun, igual que mi papá y mi mamá. Esa es mi formación como educadora”. “Yo nací en una ruka , con piso de tierra. Nosotros no conocíamos casa de madera y fui la última hija de mis papás, de mis viejos, de mis hermanos. Mi abuelita murió descalza, nunca usó zapatos. Ella no hablaba el castellano, hablaba el mapuzugun, igual que mi papá y mi mamá. Esa es mi formación como educadora”.

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=