Bicentenario de Hispanoamérica: Miranda escritor

59 entusiasmo divino con que animó tantos pueblos célebres y modernos. Por ella el vivir es agradable y el morir glorioso. Dulce et decorum es pro patria mori‖. El otro documento de 1801, dirigido ―A los pueblos del Continente Colombiano (alias Hispano-América)‖ constituye un muy extenso alegato por la legitimidad jurídica y ética de la independencia hispanoamericana. Fundamentado en textos y principios de Derecho Internacional, que cita, y en opiniones de los más reputados tratadistas, que igualmente cita, con abundantes y detalladas notas al pie de página, este escrito armoniza un tono emocionado, apasionado a ratos, y una argumentación de notable lucidez y perfecta claridad. Lo jurídico y lo ético se entrelazan. Y son notables las exhortaciones finales a no reemplazar un régimen injusto y tiránico por otro semejante y a no repetir las conductas reprobables de los dominadores. El humanismo y la ética de Miranda se expresan elocuentemente en estas últimas exhortaciones. Éste es un documento que debería ser leído en todos los liceos de Hispanoamérica y estudiado en todas las universidades. Lo reproducimos más adelante, pero aquí destacamos algunos pasajes. ―[...] Llegó el tiempo de echar a los bárbaros que nos oprimen y de romper el cetro de un gobierno ultramarino. Acordaos de que sois los descendientes de aquellos ilustres indios, que no queriendo sobrevivir a la esclavitud de su patria, prefirieron una muerte gloriosa a una vida deshonrosa. Estos ilustres guerreros, presintiendo la desgracia de su posteridad, quisieron más bien morir bajo los muros de México, de Cuzco o de Bogotá, que arrastrar las cadenas de la opresión, muriendo víctimas de la libertad pública. ―[...] Vosotros vais a establecer sobre la ruina de un gobierno opresor la independencia de vuestra patria. Mas, en una empresa de tanta importancia, en una empresa que va a cambiar el estado de vuestra situación, es de vuestra obligación hacer conocer al universo entero los motivos que os determinan, y probar de una manera irrefragable, que no el odio o la ingratitud, sino la voz de la justicia y el sentimiento de vuestra propia conservación que os impelen a este esfuerzo memorable […}‖.

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