Ser-humano (cartografía antropológica)

— 49 — Anexo Corresponde agregar que las 6 concepciones antropológicas paralelas que he - mos distinguido: el ser humano como buscador de sentido, testigo del ser, homo ludens , carencia, persona, animal simbolizador –si bien están todas gravitando desde inicios del siglo XX hasta nuestros días, sin embargo ellas tienen a la vez un indesmentible rasgo a-histórico, y ello quiere decir que están en una significativa cercanía no simplemente con el ser humano y cómo históricamente se ha au - to-entendido éste, sino con el ser-humano , considerando el guión que en cada caso y a lo largo de las épocas está él jugando. En otras palabras, el ser-humano es testigo del ser, buscador de sentido, homo ludens , persona, animal simboli - zador, y otros. De todos modos, cabe advertir que las concepciones antropológicas tradiciona - les son tan fuertes y decisivas que cada una de ellas, ya lo dijimos, conlleva una pretensión de radicalidad y universalidad que las transporta más allá de las vici - situdes históricas. Pero, observamos al mismo tiempo que, por ejemplo, frente a la concepción del animal racional está la del homo viator , y frente a ésta la del hombre como centro, frente al sujeto universal está el hombre singular, y así su - cesivamente. Por ello, es visible que prima entre ellas la relación contestataria. ¿Es más radical u originario que el hombre sea imago dei , que sea racional, voli - tivo o proyección y posibilidad? Como hemos visto, aquí no cabe sino el criterio de la co-originariedad: todas estas concepciones antropológicas son igualmente originarias y esa co-originariedad la reconocemos desde el momento que justa - mente cada una conlleva la pretensión de ser la más originaria. Si atendemos ahora a una de las concepciones paralelas –la del homo ludens , en la versión fundacional de éste por parte de Huizinga– podemos observar cómo la relación contestaria se caracteriza muy lúcidamente desde esta perspectiva. Ya hemos dicho que somos esencialmente jugadores y no sólo cuando jugamos un deporte específico, sino que el modo de ser del hombre en el mundo es de ca - rácter lúdico. En ello juega un papel muy sugerente el así llamado “aguafiestas”, precisamente porque, más que lo que hace el tramposo, arruina el juego en el que grupos humanos completos están sumidos y, de alguna manera, atrapados a la vez en él. Lo interesante de esto es que la relación contestataria se puede iluminar desde un ángulo muy sugerente a partir del aguafiestas. Huizinga: “El jugador que infringe las reglas del juego o se sustrae a ellas es un ‘aguafies - tas’ ( Spielverderber : ‘estropeajuegos’). El aguafiestas es cosa muy distinta que el jugador tramposo. Éste hace como que juega y reconoce, por lo menos en apa - riencia, el círculo mágico del juego. Los compañeros de juego le perdonan antes su pecado que al aguafiestas, porque éste les deshace su mundo. Al sustraerse al juego revela la relatividad y fragilidad del mundo lúdico en el que se había encerrado con otros por un tiempo. Arrebató al juego la ilusión, la inlusio , lite -

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