Ser-humano (cartografía antropológica)

— 38 — L as 11 concepciones antropológicas que hemos esbozado pueden conside - rarse de carácter histórico-filosófico. Como hemos dicho, ellas marcan –en mayor o menor grado– la historia de la humanidad (tengamos en cuenta que la 12ª concepción corresponde a una propuesta). Pensemos nada más que en las repercusiones que ha tenido el animal racional aliado con el hombre como centro y el hombre activo hasta nuestros días. Pero, como ya adelantamos, cada concepción del hombre que se impone desde una época para marcar diacrónicamente el rumbo de la historia, emerge desde su enfrentamiento con otras concepciones que se le oponen. Así en lo que atañe al animal racional, que ya con Sócrates, con su lucha denodada por alcanzar la definición preci - sa de cada concepto, se encuentra él muy perfilado. Pues bien, sucede aquí que la concepción del animal racional en cuestión, emerge y se impone es - pecialmente desde la discusión con los sofistas. Ello se refleja ejemplarmente en Protágoras, en el que está en juego el homo mensura , el hombre como la medida de todas las cosas y a la vez determinado por el poder, coincidiendo en esto además con Trasímaco, Polo y Calicles. Al mismo tiempo, en el mundo griego se enfrentan concepciones antropológicas con base en el materialismo de Demócrito y Leucipo, y otras que se desprenden del pensamiento de las escuelas megárica, eléusica, cirenaica, cínica, como también posteriormente de los estoicos, escépticos o epicúreos. Y así también las discusiones que haya habido entre Agustín y Pelagio, Lutero y Erasmo, Descartes y Gassendi, Fichte y Jacobi, tienen implicancias relativas a las concepciones antropológicas del homo viator , del ser humano como centro o del ser humano activo. Es más, ha sido significativamente desde esas discusio - nes que ha emergido cada una de las concepciones antropológicas señaladas. Las 11 concepciones que proponemos representan, en este sentido, la “lista ofi - cial” de aquellas que se impusieron. Pero, lo que hay detrás de cada una de ellas, y que corresponde a esa discusión en que entran a tallar otras concepciones, puede traer consigo que en varias de ellas se anticipan concepciones antropoló - gicas que se impondrán a futuro. Así en el modo sofista de concebir al hombre como el que apetece el poder hay un claro adelanto de la concepción del ser humano volitivo, entendido como voluntad de poder por parte de Nietzsche. Puede decirse al mismo tiempo que nuestras 11 concepciones antropológicas histórico-filosóficas tienen cierto carácter de espontaneidad. El hombre necesita en cierto modo auto-definirse para instalarse de modo adecuado en el mundo. En contraste con ello, distinta es la situación desde el momento que se constitu - ye la Antropología Filosófica como disciplina, la cual, aunque tiene antecedentes en tratados sobre el hombre como el del Barón de Holbach en el siglo XVIII, se constituirá propiamente como tal recién en el siglo XX. Es ahora cuando empieza una reflexión sostenida acerca del hombre desde las más distintas perspectivas, y asistimos a una suerte de multiplicación de concepciones antropológicas que,

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