Ser-humano (cartografía antropológica)

— 34 — Co-originariedad É sta es probablemente la tesis más provocativa. Ella equivale a sostener que las 12 concepciones antropológicas son igualmente originarias, y ello sobre la base del entendido de que cada una pretende lo contrario, esto es, que sería la más originaria y que reflejaría la esencia de lo humano. Nuevamente ello tiene que ver con el estar inmerso en el tiempo y, junto con ello, bajo el dominio de una concepción antropológica determinada. Ahora bien, se da en esto lo siguien - te: que como cada concepción conlleva la pretensión de exclusiva originariedad, resultan todas, a fin de cuentas, igualmente originarias. Mas, por cierto no se trata en ello nada más que de una igualdad de pretensiones, sino de que cada una de las concepciones antropológicas recoge rasgos igualmente esenciales del ser humano. En efecto, la razón es tan originaria como la voluntad, así como con - siderar al ser humano como centro es tan originario como considerarlo en tanto proyección; y así también, incluso concebir al hombre como “hecho a imagen y semejanza de Dios” se supone tan originario como concebirlo como ser humano finito. Aquí no hay prerrogativas, privilegios, declaraciones autoritarias dadas por algún argumentum ad verecundiam , ni nada por el estilo. Si se quiere, la co-originariedad, en términos lúdicos, tiene que ver con el juego chino “Go”, en que todas las fichas valen igual, y su valor varía únicamente de acuerdo a su posición, en contraste con el juego occidental por excelencia: el ajedrez, en que hay un poder absoluto representado por el rey. La co-originariedad o ( Gleichursprünglichkeit ) ha sido planteada por Heidegger a propósito de la igual originariedad que le atañe a los distintos “existenciales” que determinan nuestro ser: así apertura, proyección, yección (“estar arroja - dos”), temporalidad, historicidad, resolución, etc. Aquí lo que hacemos es valernos de esta tesis y aplicarla a las concepciones an - tropológicas en conjunto. Y así como también Heidegger reconoce como propio de la razón el prurito de alcanzar un primer principio en la explicación de cual - quier suceso o fenómeno, cabe tener en cuenta esto mismo en las concepciones antropológicas. En cada una se está siempre suponiendo que hay un principio, un origen, una esencia única que nos determina, sea la razón, la centralidad, la finitud, la voluntad, la acción, u otra. Podría decirse que es propio de la razón la afanosa búsqueda de un primer principio y mientras esto no sucede, ella no cesa en su afán. Ello lo podemos observar tanto en la metafísica como en la antropología filosófica –y ciertamente también en la ciencia. Pero así como hoy se hace presente con fuerza el multicausalismo en la ciencia y a su vez algunos desarrollos de la mecánica cuántica guardan relación con el supuesto de que habría realidades paralelas, lo mismo podríamos decir del ser humano: que él está determinado por distintos principios que serían igualmente originarios. Al hombre lo concebimos de esta forma como dentro de un juego de espejos.

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