Ser-humano (cartografía antropológica)

— 162 — esto o lo otro, si sobresale en algún orden– advierte que no posee ninguna cua - lidad excelente. Este hombre se sentirá mediocre y vulgar, mal dotado; pero no se sentirá ‘masa’ ”. A fin de cuentas, lo que distingue al hombre-masa es ante todo no exigir nada, acomodarse simplemente a una situación dada: “Cuando se habla de ‘minorías selectas’, la habitual bellaquería suele tergiversar el sentido de esta expresión, fingiendo ignorar que el hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores. Y es indudable que la división más radical que cabe hacer de la humanidad es ésta, en dos clases de criaturas: las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, y las que no se exigen nada especial, sino que para ellas vivir es ser en cada instante lo que ya son, sin esfuerzo de perfección sobre sí mismas, boyas que van a la deriva”. 2 Podríamos decir que el hombre-masa está anticipado (como tantas otras co - sas) por Nietzsche en las Contemplaciones intempestivas , en donde habla de un hombre-neutro o eunuco, y mayor fuerza tiene aún el pensamiento del “último hombre” de la I Parte de Así habló Zaratustra , respecto del cual, dice, es como el pulgón o la filoxera que ataca la vid (que simboliza aquí la vida) y que es prác - ticamente inextinguible, el cual continuará existiendo por los siglos venideros, en razón de lo cual, el nihilismo que, a la vez, le es propio, también continuará. Por otra parte, el tema del hombre-masa, naturalmente desde distintas aproxi - maciones, se continúa con el “se” o “uno” ( das Man ) de Ser y tiempo de Heide - gger. Se dice lo que se dice, se piensa lo que se piensa, se hacen las cosas que se hacen. Este “se” es a la vez el poder y rige sobre nuestra cotidianidad. Del mismo modo cabe traer a colación lo que Jaspers describe en particular en su obra mayor Filosofía (1931) como ‘ Dasein ’ (completamente distinto al Dasein heideggeriano) y que significa, según ya veíamos, ser nada más que ahí ( bloss da zu sein ), es decir, el modo de ser, de acuerdo al cual, nos atenemos a lo mera - mente dado en nosotros, determinado por códigos sociales, económicos, fami - liares, institucionales. Nótese aquí la coincidencia con el hombre-masa orteguia - no que, ya destacábamos, no se exige nada a sí mismo. Desde el pensamiento desplegado en La situación espiritual de nuestro tiempo , se puede caracterizar nuestra época como que en ella se estaría librando una “última batalla” una vez que se han dado todas las demás, la cual sería precisamente contra el sí-mismo (GSZ, p. 274). En otras palabras, estaríamos a punto (dicho esto hace casi 80 años) de asistir al triunfo definitivo del mero Dasein , desapareciendo con ello todo atisbo que pudiera haber de un supuesto sí-mismo, distinto de él.

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