Ser-humano (cartografía antropológica)

— 152 — Seguramente ello tiene que ver con la tarea más que nada realizada dentro de la modernidad de formarse como individuo y junto con ello ser cada vez más libres, por lo tanto ser capaces de realizar su propio proyecto, a todo lo cual ligamos la autenticidad. La vivencia de la autenticidad tiene poca cabida en la perspectiva de ser óptimos ciudadanos - polités - empeñados en la tarea de la construcción de la polis , como en la perspectiva de existir en una actitud de obediencia a la Iglesia. A lo más, en este último caso, y en lo que atañe al homo viator , tiene una relevancia particular la veracidad y la posibilidad de una buena conciencia. Y éste es el punto, que destaca particularmente en el Tratado de la desesperación : el ser-sí-mismo se debate, a diferencia del homo viator en su versión tradicional, entre ser-en-Dios y ser autónomo, independiente. El hombre, en tanto autorre - lación, supone a la vez una síntesis que nunca logra constituirse plenamente: por eso la desesperación. A partir de ello, podemos entender el siguiente pasaje: “¿De dónde viene, pues, la desesperación? De la relación en la cual la síntesis se refiere a sí misma, pues Dios, haciendo del hombre esa relación, le deja como escapar de su mano, es decir que, desde entonces, la relación tiene que dirigir - se” (Tdd, p. 24). Se colige de las últimas palabras cómo estamos aquí a la vez en las fronteras de la concepción de la fe como “querer creer” de la obra Del sentimiento trágico de la vida de Miguel de Unamuno. Es pues desde estas inmediaciones que abre sus alas la filosofía de la autenti - cidad y que se va a continuar a través del ser humano como posibilidad y pro - yección, cuyos gestores son en primer lugar Jaspers y Heidegger. En definitiva, diríamos que es para el hombre de nuestro tiempo para quien tiene lugar la autenticidad, tanto es así, que la sentimos como un valor decisivo intransable e irremplazable. Y esto se debe al hecho irredargüible de que nuestra individua - lidad, nuestra autenticidad está amenazada por fuerzas como el mercado, que cual feria, exhibe artículos de consumo, cosas variopintas que nos invitan a po - seerlas, queriendo convencernos de que su posesión trae consigo lo mejor para nosotros, como que ése y no otro es el camino a seguir. Pero, si la autenticidad tiene sentido sólo cuando está amenazada, asimismo sucede que ese mismo mundo publicitario (el agente de tal amenaza), genera como estrategia mensajes y apelaciones a la autenticidad. Esto es visible en la mayoría de los reclames publicitarios. Después de Kierkegaard, han sido Jaspers y Heidegger quienes han desarrollado un pensamiento, de acuerdo al cual, el hombre está esencialmente enfrentado a la tarea de ser-sí-mismo, de ser auténtico, a lo cual lo llama su conciencia (así en particular, en Heidegger). En este contexto, la conciencia recupera el antiguo sentido de una voz. Pero, la así llamada voz de la conciencia, tal como ha sido concebida en la tradición y que aparece distintamente en Tomás o en Kant, des -

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