Ser-humano (cartografía antropológica)

— 123 — Si el asunto fuera simplemente interpretar o reinterpretar algo, en tal caso, cier - tamente continúa extendiéndose la supremacía de la razón teórica. No, con Fich - te se trata de que, como adelantábamos, la razón práctica es recién la que le da una justificación, sentido, e incluso verdad, a los contenidos de la razón teórica. Fichte es muy sensible a la tendencia irrefrenable de la razón a encerrarse en sí misma, aislarse, suponerse completamente autosuficiente, aparte de plenipo - tenciaria. Pero, desde luego, la razón no es una especie de entidad flotante, sino que tras ella está el ser humano, y más concretamente, el animal racional, el ser humano como centro y el ser humano activo, que ahora examinamos. Es más, hay que decir también que esa tendencia racional al enclaustramiento es tal que hasta la propia formulación de la primacía de la razón práctica puede caer en lo mismo, y quedarse nada más que en el papel. Ello se explica porque si desde Fichte en adelante han de ser las demandas de la acción las que determinen nuestros pensamientos y cavilaciones, cuando la acción se desliga de una orien - tación racional, a cargo precisamente de la razón práctica, ello es lisa y llanamen - te nefasto, y da lugar a una suerte de activismo (por lo demás generalizado en el mundo y a lo largo de la historia de la humanidad). Sin duda a la vez con ello, y como decíamos más arriba, tocamos en lo dicho uno de los puntos cruciales de la filosofía y que en distintos momentos ha sido moti - vo de gran preocupación, a saber, la pregunta por la acción. Tal vez en Habermas ésta sea su inquietud más profunda, como lo fue también al parecer en Jaspers, Heidegger y Arendt. 2 Ahora bien, en El destino del hombre Fichte hace una crítica a la filosofía moder - na desarrollada hasta su época, destacando la insuficiencia de la razón teórica en lo relativo a una explicación, una teoría debidamente fundamentada de la realidad. Él considera para ello los argumentos del determinismo, con base en particular en Spinoza y Leibniz, y de la teoría representacional, con base en par - ticular en Kant y la filosofía inglesa. Con relación al determinismo, la consecuencia de él es que el “yo” no puede constituirse, desde el momento que si todo está determinado (o pre-determi - nado) en ningún momento el yo puede justificar cierta autonomía, que le es consustancial. No sólo lo que piensa el yo , sino lo que siente, imagina, recuerda o sueña, estarían pre-determinados. Si el yo pretendía ser algo, el argumento del determinismo es implacable y lo lleva a agonizar: simplemente o no puede constituirse, o lo que hasta ahora fue, se disuelve. En razón de que El destino del hombre adopta como estilo el drama, sucede entonces que en plena noche, que es como la noche del filósofo , se le aparece a éste un espíritu que se presenta como salvador del yo y ello lo hace desple -

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