Derechos humanos y mujeres: teoría y práctica

Adicionalmente concurren (c) factores vinculados a la ordenación social de género . Dentro de esta línea explicativa destaca la permanencia de la estructura de distribución inequitativa de tareas y responsabilidades en el seno de las familias y su impacto en los usos del tiempo de mujeres y varones. Como es sabido, la creciente inserción laboral de las mujeres se ha hecho al precio de la multiplicación de las jornadas de trabajo femeninas. Es decir, muchas mujeres ejercen actividades remuneradas fuera del hogar que son combinadas con las labores domésticas, generando jornadas de trabajo considerablemente más largas que las de sus colegas varones. Por otra parte, las reuniones políticas implican una dificultad adicional porque estas se desarrollan habitualmente en espacios informales (cenas de camaraderías, bares, etc.) y en horarios que las mujeres suelen dedicar al cuidado de sus hijos. En consecuencia, una mujer interesada en proseguir una carrera política se confronta normalmente a la siguiente disyuntiva: renunciar a la vida familiar y/o a la maternidad o postergar el ingreso a la carrera política para una vez que se haya finalizado la crianza de los hijos. Un cuarto grupo de factores se vinculan con (d) elementos ideológico–culturales. Estos tienen el efecto de producir una identificación del poder político con atributos que forman parte del universo simbólico masculino (entre otros, el liderazgo o la capacidad de gobernar), de suerte que el género opera, de manera explícita o implícita, como un marcador identitario de poder. Una contundente producción investigativa sugiere que, por ejemplo, las reglas de idoneidad y experticia no solo expresan una concepción masculinizada del poder, sino que, además, están detrás de la longevidad de las carreras políticas masculinas, generando una cadena de barreras de entrada para las mujeres. En este sentido, el hecho de que los candidatos masculinos cuenten, en general, con una larga experiencia partidaria y/o con un capital de apoyo ciudadano desarrollado al amparo de una notoriedad pública continuada en el tiempo, implica que, comparativamente, las mujeres son percibidas como novicias o inexpertas, lo que a su vez afecta su elegibilidad como candidatas. 4 Por último, y estrechamente vinculados con los anteriores, intervienen también (e) factores derivadosdeloscontextosinstitucionalesuorganizacionalesdelpoder. Dentrodeestosúltimosfactores, el rol de los partidos políticos ha sido objeto de especial examen debido a que en nuestras actuales democracias representativas son estos quienes administran, de una manera casi monopólica, los procesos de selección de los candidatos para las diferentes elecciones. Diversas investigaciones sugieren que es precisamente la barrera de los partidos políticos la que es más difícil de sortear para las mujeres, y que estos continúan siendo estructuras fuertemente patriarcales, en abierto contraste con una opinión pública cada vez más favorable a la presencia femenina en los puestos de poder. 5 4 Véase: GUIONNET (2002). Sobre los efectos de la regla de competencia y experticia en Francia véase, además: DULONG y MATONTI (2006, en especial pp. 86 y 87). 5 Un estudio de Mariette Sinneau basado en encuestas aplicadas en Francia demuestra que desde los años 80 en adelante es posible observar una progresiva aceptación de la población francesa al ingreso de las mujeres a posiciones de poder político. En el mismo período, las encuestas aplicadas a parlamentarios registran, en general, fuertes resistencias respecto de la introducción de mecanismos de cuotas. Según Mariette Sinneau este último resultado se puede explicar según la siguiente fórmula: “la propensión de los individuos al feminismo varía en razón inversa al grado en que las transformaciones que él implica tocan al principio de sus privilegios. Si los elegidos y elegidas, son menos feministas que los electores y electoras, es decir, menos dispuestos que ellos a desear una feminización de las asambleas electivas, no hay ninguna duda de que se debe en parte atribuir esta diferencia al hecho de que los primeros tienenmás que perder que los segundos(as)”. Véase: SINEAU (1998, pp. 75 y 76; la traducción es mía). En el caso chileno, la Corporación Humanas ha elaborado encuestas nacionales aplicadas a mujeres durante los años 2005 y 2006 que demuestran que el apoyo a una política de cuotas es de 70% y 80%, respectivamente. Otra encuesta elaborada también por Corporación Humanas y, aplicada en el año 2006 a diputados de diferentes partidos, demuestra un rechazo más o menos general a la idea de legislar para garantizar la presencia de mujeres en el Congreso. La resistencia más potente se ubica entre los diputados de derecha (73,7% RN y 4,8% UDI), seguida por los diputados radicales (42,9%) y democratacristianos (42,9%) Mientras que el apoyo más rotundo se expresa entre los diputados del PPD (81) y del PS (82%). El primero de los estudios referidos se encuentra disponible en línea: CORPORACIÓN HUMANAS. Encuesta nacional mujeres y política 2005 <http://www.humanas.cl/?p=114> [Consulta: 6 de octubre de 2013]. 183 Derechos Humanos y Mujeres: Teoría y Práctica Mujeres, Ciudadanía y Participación Política

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