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Azun Candina
Patrick Barr-Melej
ral debería ser la visión cultural de la nación, de todos los chilenos, y usaron la formación de
un “estado docente” para realizar esa visión.
Para concluir, quisiera compartir con ustedes unas memorias mías de cuando empezaba
a estudiar el tema de la clase media chilena. En medio de la inmensa popularidad de la “nue-
va historia cultural” y de los estudios subalternos en los Estados Unidos durante los años 90,
fue difícil (es decir, casi imposible) convencer a varios académicos dedicados al estudio del
“otro subalterno” que la clase media (con una cierta cantidad de poder, no indígena y carente
de “subalternidad”) poseía un significado histórico y constituía un campo historiográfico
fértil. En Chile, las reacciones de varios académicos fueron parecidas, pero por diferentes
razones. La nueva historia cultural aún no había llegado a Chile en 1995 y 1996, y la historia
social (del bajo pueblo) seguía siendo el marco fundamental de la historiografía nacional.
Por lo tanto, hablar de “construcciones” en Chile durante los años 90 fue algo más o menos
raro, e incluso más raro fue imaginar que la clase media urbana manejaba un rol central en
la democratización cultural-social del país, en el descenso de la oligarquía, en la creación de
un espacio político para el surgimiento de la izquierda y en la construcción de la chilenidad
durante la primera mitad del siglo XX. Pero como hemos visto a través de los trabajos de in-
vestigación presentados durante esta conferencia, el estudio de la clase media desde distintos
ángulos disciplinarios, analíticos, metodológicos y teóricos constituye un campo intelectual
fértil y fuerte en Chile.