Peter
J.
Sehlingel'
I
LAS ARMAS DIPLOMÁTICAS DE INVERSIONISTAS INTERNACIONALES...
de febrero Trescott firmó un protocolo en Viña, del Mar con Balma–
ceda en el cual "los Estados Unidos eliminan de toda discusión la
posibilidad de la intenvención armada"ss. El Presidente A.rthur dio
hincapié a esta nueva actitud oficial en su discurso' all Congreso
el
4 de diciembre cuando dijo que una paz forzada por los Estados Uni–
dos requeriría "medidas que no se conformarían ni con el tempera–
mento de nuestro pue:blo ni con el espíritu de nuestras institucio–
nes"M, ¡Mientras tanto, su rival político Blaine, junto con Morton,
tuvieron que sufrir la humillación de una investigación ¡yor un co–
mité parlamentario sobre su apoyo oficial de intereses comerciales
en el Perú,
En septiembre de 1882 un emisario especial norteamericano, Cor–
nelius Logan, llegó a Chile para tratar de convencer a Garda Cal–
derón de la firma de una paz que incluiríal indemnizaciones territo–
toriales. Las frustraciones de Garda Calderón son bien eiVidentes en
una carta reservada y no; firmada por él, mandada desde Chile. En
ésta del
10
de octu,bre de
188,2,
reconoce que la cesión de Tarapacá
es ya un iheclJO óerto y comenta en forma conmovedora:
"...Debo contar siempre con que se me hará más tarde resípon–
sable de todo. Así es que tengo que !hacer el ánimo a sacrificarme"3G,
Sin emlbarglO" los esfuerzos de Logan para lograr una paz fracasaron
en DOiviembre de 1882 soib\l"e los términos de la cesión de Tacna y
Arica.
íSin la esperanza de ayuda norteamericana ni de un préstamo ex–
tranjero, el Perú quedó a merced de los chilenos. El general peruano
Miguel ¡Iglesias se declaró en su "grito de IJvl0ntán" el
31
de agosto
de 18812 en favor de cesiones territoriales paza restablecer de nuevo
la paz en el Perú. Las o'ontinuas victorias chilenas contra los guerri–
lleros Iperuanos en
1883
determinaron la aceptación de las propuestas
de Iglesias. Finalmente, en el Tratado de Ancón firmado el
20
de
octubre de
1883,
elPeTÚ reconoció la cesión de Tarapacá entre mu–
chas otras cláusulas. Así es que las esperanzas peruanas en la aytuda
diplomática
y
financiera extranjera prolongaron vanamente una gue–
rra insensata desde la calda de Lima en enero de
1881
hasta que la
Il3Segunda conclusión, Protocolo de Viña del Mar.
"'Discurso al Congreso, 4 de diciembre de 1882, "Congressional Record," tomo
14, Sección
1.
"[Francisco Garda Calderón} carta, Santiago, 10 de octubre [de 1882]. "Co·
rrespondencia sobre operaciones militares
y
políticas de la Guerra del Pacífico,"
Departamento de Investigaciones Bibliográficas.
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