Cientocincuenta años de política exterior chilena - page 47

Peter
].
Sehlinger
I
LAS ARMAS DIPLOMÁTICAS DE INVERSIONISTAS INTERNACIONALES...
TamblÍén Francisco Carda Calderón, presidente peruano bajo la
oculpación enemiga de Lima y luego prisionero en Chile, trató de
hacer contratos con -banqueros extranjeros par-a pagar ¡una indemniw
zación moneta,ria a Chile en vez de ceder la provincia peruana de
Tarapacá como :botín de Guerra. La; rebeldfa peruana siguió su luw
cha guerrillera: en la sierra
,¡:>!OC
dos años hasta que toda esperanza
de auxilio extranjero desapaJteció. Por esta
~azón,
solamente en
,1883
pudo Chile consolidar el éxito ganado por sus armas y lograr la
firma de un tratado de paz con el :Pero.
Desgraciad'amente p'arra Chile y el Perú, el fin de la guerra no puso
término a los reclamos de los acreedores extranjeros por un recono–
cimiento oficial de sus préstamos y, por supuesto, insistieron en que
estas dos naciones pagaran sus deudas lo más pronto posible. En este
asunto, la¡ actitud chilena favoreció los derechoo de los acreedores
ingleses y negó repetidas veces los reclamos de los franceses hasta la
Guerra civil de
1891.
Durante este conflicto hubo una misión secreta
de los constituyentes en Europa, quienes llegaron a un entendimiento
informal con el IGobierno frnncés y, al año isiguiiente, Chile admitió
como váHdas las pretensiones de ingleses y franceses. En un fallo
sumamente conveniente a Chile, dictó un tribunal de arbitraje
suizo
en
1901
los pagos debidos por Ghile a las compañías extranjer-a1s. En
el caso peruano, esto ni() fue posible hasta
1921,
cuando la Corte In–
ternacional de La Haya reconoció la, deuda del Perú, de 25 millones
de francos, a falVor de los intereses de Dreyfus. En un arreglo bastante
favoralble a los intereses franceses, la nación vencidaJ puso término a
las guerrillas de sus acreedores extranjeros que se originaban antes
de la guerra misma.
IDebido a
La¡
naturaleza usualmente clandestina de las infI:u,encias
de las compañías en moldear
las
políticas diplomáticas de sus gobierw
nos, !hay necesariamente muchos vados, a veces misteriosos, en la
existente documentación escrita sobre esta materja. Como se slIjpone,
los políticos no mencionalban sobornos {) acuerdos secretos en sus
informes, ni -salvo excepciones- en su correspondencia confidencial.
A causa de tal clandestinidad, se il1lV'entaban toda clase de rumores
y sospeohas sobrre los propósitos de las compwñias extranjeras y de
sus gobiernos. Los rumores circularon entre los rivales beligerantes
durwnte la guerra y entre facciones políticas opuestas en Chile y el
!Pero después de la conflagración. Algunas de las sospeohas se basaban
en hechos verdaderos, pero otras se fundaban en preooupaciones equi–
vocadas. Aunque la n.;¡¡turaleza secreta de este tema; le da un innega–
ble sentido fascinante, también demanda obviamente que el histo-
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