En consecuencia, es indispensable encontrar condiciones que fortalezcan la formación de
capital y que disminuyan la brecha existente entre lo que se había alcanzado 15 años atrás
y lo que enfrentamos hoy en día. Algunos pueden argumentar que hoy se invierten menos
recursos porque somos más productivos, pero, ¿acaso los japoneses, los coreanos y los
taiwaneses son tan improductivos que para crecer al 8 ó 9% necesitan invertir 30% o 35%
del PIB? Por supuesto que no. Lo que sucede es que se necesita cantidad y productividad.
Tenemos el caso de países que invirtieron mucho como Argelia, 40% del PIB y crecía sólo
modestamente debido a la baja productividad. Entonces, el problema es de cantidad y de
calidad y tenemos que crear las condiciones para que esto funcione mejor.
Hay una variable que es muy clave y que pareciera hacer la diferencia para los hombres o
mujeres que toman las decisiones de inversión en los noventa. El inversionista desea que
su producto se venda, que tenga demanda en el mercado. No desea quedarse con la mitad
de la fábrica o la mitad de la tierra improductiva, o con un mal precio para el producto que
vende, o con un tipo de cambio demasiado bajo. ¿Qué sucede con la' inversión?
Mencionamos que para el país latinoamericano promedio, alrededor del 20% del producto
se exporta y un 80% se destina al mercado interno. Una parte de eso son sustitutos de
importaciones y otros son productos que no son comercializables internacionalmente. Hay
una serie de servicios comerciales que se hacen en el barrio y ni siquiera se transan entre
dos barrios de la ciudad, se hacen y se consumen en determinado barrio.
Es clave que el inversionista prevea al momento de tomar sus decisiones que va a enfrentar
un contexto más o menos estable y dinámico cuando su inversión madure. 'Lo que le
interesa es un crecimiento sostenible. En las economías que repetidamente se aceleran y
luego se recesan, el grueso de los inversionistas que está operando para' este 80% del
mercadp interno sufre esa inestabilidad, aunque el 20% restante que opera para el mercado
externo no lo sufre tanto, ya que tiene todo el mundo para vender. Hay muchos que por el
tipo de bienes y servicios que producen, no pueden salir al mundo a vender y sólo cuentan
con su entorno, su barrio, su ciudad y su país. Ese inversionista necesita esta percepción de
estabilidad. América Latina tuvo en los años ochenta muchos altibajos, y en muchos casos
las caídas fueron pronunciadas y las recuperaciones graduales, con una brecha muy grande
entre la capacidad productiva y el uso de esa capacidad. Hay trabajos económicos
empíricos que demuestran que ésta es una variable muy determinante del comportamiento
de los que toman las decisiones de cuánto, cómo y en qué invertir. Es por eso necesario
crear condiciones macroeconómicas estables para el inversionista. De hecho, esto repercute
también muy positivamente sobre el ámbito distributivo. Los grandes retrocesos
distributivos son producto de estas grandes caídas. Tal es el caso de México y Argentina en
1995 con un gran deterioro distributivo y el gran retroceso en 1982 en Chile, Argentina y
México. Esto es consecuencia de que los habitantes de menor ingreso tienen menos
capacidad para escapar de las crisis. A su vez en los períodos de expansión, éstos corren
más lento que el 5% o 10% más pudiente de la población, que así aprovecha mejor las
oportlinidades en' el período de bonanza. '
En' consecuencia, es clave la estabilidad con dinamismo, tanto para lo distributivo como
para lo productivo, y tanto para los inversionistas como para los trabajadores. Finalmente,
los consumidores son tanto los trabajadores como los inversionistas, de modo que lo
importante es que el consumídor, en su posición como productor, esté progresivamente
mejor.
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