Los fondos marinos y oceánicos: jurisdicción nacional y régimen internacional

PROLOGO Constituye una alta distinción, a la par que una responsabilidad nada fácil de cumplir, la amable invitación que me ha hecho el profesor Francisco Orrego Vicuña para que prepare un prólogo para ésta, su más reciente obra. Como podrá advertirlo por sí mismo el lector, se trata,. evidentemente, del estudio más com– pleto que se ha hecho del desarrollo y el estado actual del dere– cho del mar, en lo que concierne a la jurisdicción nacional y al régimen internacional relativos a los fondos marinos y oceánicos. De ahí que tenga uno que sentirse altamente honrado y, al pro– pio tiempo, responsabilizado con la difícil tarea de ofrecer, den– tro de la brevedad obligada de un prólogo, una imagen cabal del contenido material y elaboración intelectual de la obra. En cuanto a 10 primero, casi bastaría remitirse al índice o sumario de materias y a la introducción, que preceden la obra, puesto que allí figura, a grandes rasgos, una descripción del con– tenido de la misma que hace innecesario un ensayo de nuestra parte con tal objeto. Pero esto no debe ser óbice para que des– taquemos los méritos del plan de exposición adoptado y la acu– ciosidad observada en el desenvolvimiento de las distintas mate– rias. En otro orden de ideas, merece igualmente destacarse el ca– r8cter interdisciplinario del estudio; tratándose del tema de la plataforma continental y demás áreas submarinas, los aspectos científicos y tecnológicos y socioeconómic03 merecen una dete– nida y especial consideración, que es la que reciben, incIuso al dedicarse uno de los nueve capítulos de la obra exclusivamente a los desarrollos científicos y tecnológicos. Por lo demás, cabría señalar que el plan de exposición, al separar los acontecimientos, concepciones y las actitudes gubernamentales anteriores y poste– riores a la primera Conferencia de Ginebra (1958), permite ad– vertir, de una parte, la notable incidencia de los desarrollos cien– tíficos y tecnológicos de estos últimos años, y de otra, la aguda 23

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