lo" ("teoría" y "teatro" son palabras emparentadas) del campo
semántico y creencial de un saber de modo abarcador, sin las
distracciones que implican los intereses inmediatos. Todo tra–
bajo teórico es, esencialmente, un trabajo intemporal, cuyos
re–
sultados se esperan válidos
sub specie aeternitatÍS,
como faros
que orientarán a los continuadores y a los aplicadores.
Las
acusaciones de "teóricos" que hacen los "prácticos", cuando
se trata de denostar o denigrar, suelen basarse en que los pri–
meros parecen creer que disponen de todo el tiempo del mun–
do (son"cronofílicos") y no responden a las exigencias de la
"realidad". Todos los individuos prácticos, los administrado–
res y gerentes, son "cronofóbicos",
odian
el tiempo, saben que
sus decisiones ya están añejas cuando se toman. No obstante,
el saber teórico determina la permanencia de las disciplinas y
es, paradójicamente, la continuidad que asegura el cambio.
Sólo a través de la teoría son enseñables los discursos, aunque
más no sea porque la teoría, aun sin ser explícita, preside todo
esfuerzo por sistematizar y comunicar el saber.
Como
bioética clínica
puede designarse todo trabajo que
tome como punto de partida el ambiente asistencial de la
medicina y otras profesiones terapéuticas, esto es, de ayu–
da a las personas. El caso individual prima en este enfoque,
como prima en el trabajo clínico en general. Si la bioética
teórica puede concebirse como una disciplina buscadora de
leyes y principios generales (nomotética), el trabajo clínico
exige una permanente singularización de los métodos y los
datos y es en tal sentido un trabajo idiográfic0
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Eso no ex-
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La distinción entre aproximación idiográfica, centrada en el caso
individual, y nomotética, buscadora de leyes generales, se remonta a
Windelband.
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