Bioética: el diálogo moral en las ciencias de la vida

porgue desafía lo que siempre se pensó evidente: que quie– nes dicen defender lo humano, a veces, embelesados en sus trabajos específicos, parecen hacer algo que a otros -no especialistas- parece indigno, aberrante, antihumano. Sin duda alguna, un efecto social importante de esta óptica bioética ha sido "horizontalizar" los discursos téc– nicos. El especialista o experto pasa por lo más refinado que ha producido la civilización occidental y su repre– sentante más característico. Es el que realmente "sabe" y su lenguaje es un lenguaje de "juris-dicción" específica y mientras más específica, mejor, pues aleja del fantasma del amateur, del dilettante, del que no se ha especializado. Las sociedades industriales han premiado al especialista ---o experto- con prestigio, con dinero y con poder. De allí procede el fenómeno social de la "verticalidad del discurso técnico". El experto habla 11 desde" un saber in– accesible a otros. El experto "mira hacia abajo" a los que no lo son, su discurso es vertical. Está amparado y apo– yado por sus pares, otros expertos, que defienden celo– samente el poder que les confiere el conocimiento espe– cializado y lo transforman en legítima autoridad a través de la norma legal. Sin embargo, en términos de prestigio, dinero y po– der, el efecto de "halo" es inevitable. Así, el cirujano famo– so es consultado sobre los más escabrosos temas de la inti– midad personal, el físico nuclear opina sobre economía, el biólogo pontifica sobre las relaciones matrimoniales. Hay una difuminación del papel de experto hacia áreas fuera de su competencia en tanto que experto. Ello no ocurre solamente en los países de menor educación general, si bien en ellos es de particular intensidad. Ocurre también en los centros industrializados y de elevada alfabetización 34

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