Proposiciones para una teoría de la medicina

Sólo que no todo está tan bien. Los dolores persisten. La reinserción en las antiguas actividades toma más tiempo del esperado. La vida no parece ser feliz. El paciente vuelve a ser paciente y -pasivamente- se deja de nuevo investigar y tratar. Pero ya no es ni será lo mismo. El paciente está "curado", más aún no ha sido "sanado". Más frecuente es el caso del impenitente visitador de médi– cos, que acumula exploración tras exploración, opinión sobre opinión, que sabe todo de sus diagnósticos y dolencias y que vive apresado por innumerables y a veces contradictorias indi– caciones. Respira aliviado cuando el médico -tal vez el vigési– mo que ve- "por fin descubre" que su enfermedad se llama X o Z. A la breve "luna de miel" consecutiva a este diagnóstico, sigue, sin embargo, la decepción. La panacea deja de funcionar, las medidas dietéticas se toman tediosas, inútiles y pesadas. Surge la discrepancia. El método dictamina: "Le he curado". El paciente (según su clase social) dirá: "Sí, doctor, pero ... ". Innumerables de tales pacientes están técnicamente curados. Personalmente, aún no han sido sanados. Esta distinción entre curar y sanar es importante. La curación viene definida con arreglo a los cánones de la ciencia médica oficial y debe ser enjuiciada según las normas del arte. El sanar es un asunto personal, una construcción individual de sí mismo y de la realidad. Si curar y sanar son procesos diversos, no se implican recíprocamente. Alguien puede sentirse sano, mas ser conside– rado enfermo por la medicina académica. Hay que reconocer que el estado de salud es una construcción personal, cuyos criterios de definición no son los mismos para todos. De salud, como de belleza, puede haber tipos diversos. Sentirse bien no es algo que pueda ser inequívocamente retrotraído a un estado del cuerpo. Involucra actitudes vitales, respuestas del entorno, ri– tuales y mitos. 212

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