Proposiciones para una teoría de la medicina

mismo tiempo-medida abstracto, desligado de acaeceres con– cretos, es una herramienta inventada (véase Dux, 1989). La infinidad potencial de puntos de vista sobre sus objetos, la repetibilidad de las observaciones y el observador generalizado, caracterizan a la "realidad" de las tecnociencias. Este recuento no es completo ni justo. Mas encierra una paradoja de interés. Probemos a ilustrarla mediante un ejemplo. Una piedra puede ser investigada desde el punto de vista de la mineralogía, que la clasificará y datará; de la física, que indaga– rá sus propiedades; de la química, que estudiará su constitución elemental. Podrá ser objeto de contemplación estética, de consi– deraciones etnológicas (si muestra señales de designio huma– no), de utilidad instrumental. El objeto piedra es como un actor sobre el escenario. Le iluminan numerosos focos. "Existe" en cada enfoque y es "materia" de infinitos discursos sin estar "agotado" en ninguno. No hay ningún discurso, ningún conjunto de enunciados, que dé cuenta a cabalidad de la piedra. El objeto real está fuera de cualquiera de ellos. Paradójicamente, lo que hay de "cierto" en la piedra es por completo "irreal"; es aquello que, contenien– do todos los discursos posibles "sobre" la piedra, está no obstan– te "más allá" de ellos. La piedra es incognoscible; sólo sabemos de sus relaciones con determinados observadores y la predicción de algunos de sus comportamientos. Eso es coextensivo con el objeto piedra para la ciencia, que se reduce a lo que con la piedra podemos "hacer". Los modos de hablar de la piedra manifiestan formas de su manipulación. "Pensar" la piedra desde una pers– pectiva, en el seno de un discurso, es "tomarla" de una cierta forma. Toda palabra es una acción virtual. ("Begreifen kann man nur, was man greifen kann" -pensar se puede sólo lo que se puede agarrar). De aquello que no se puede hablar más vale callar, reza el aforismo wittgensteiniano. Nadie duda que la realidad transem- 19

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