La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

77 las olas mojaban sus pies, refrescaban sus rodillas, y ahora venía flotando un pez espada y rasgaba su vientre. Arriba pasó un negro bajel con maestrales escarlatas, un vivo canto marino le brota, y la madre eleva el cuello fresco y níveo, contenta de escuchar; se tranquilizó su seno y el hijo se detuvo para oír al marinero. Y mientras, silenciosa y pálida, seguía al maestral escarlata y toda su alma vibraba cual vela roja en el aire, la tomaron de repente los dolores, y antes que / aparecieran las nodrizas, como una brasa ardiente se deslizó el hijo por la playa, lleno de arena y de sangre, envuelto por algales Tendido en el sepulcro puntiagudo, el viejo combatiente, con los anchos párpados cerrados, se admiraba escuchando con el confín del tiempo y del espacio el cuerpecillo / bisoño que llora a la orilla del mar, mientras corren temblorosas las nodrizas, / no se lo lleven las olas 128 . 128 Ibídem, XXIII, 711-744.

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