La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

69 niño, y de Telémaco, el único vástago que dejaste en el palacio...‖ 115 . En el mismo territorio sombrío del dios Hades, vendrá enseguida a enterarse Odiseo de la muerte de su madre. Pero antes de recordar la hermosa y conmovedora escena del encuentro de ella y su hijo, examinemos las dos menciones que de Anticlea hallamos hacia el final de la historia de Ulises, cuando éste ya ha regresado a Itaca. Odiseo, en apariencia de forastero indigente y presentándose como ex combatiente de Troya, es acogido por el porquerizo Eumeo, y, sin ser reconocido, le pregunta por la familia de su presunto compañero de armas. No se da por enterado de que madre ha muerto, como lo comprobó en su bajada a los dominios de Hades. Interroga así al mayoral de los pastores: ―¿Dime si la madre del divinal Odiseo y su padre, a quien al partir dejó en el umbral de la vejez viven aún y gozan de los rayos del sol o han muerto y se hallan en la mansión de Hades?‖. Entonces, escuchamos ahora de labios del fiel siervo lo que Ulises oyó decir a la sombra de su madre: ―Laertes vive aún y en su morada ruega continuamente a Zeus que el alma se le separe de los miembros; porque padece de grandísimo dolor por la ausencia de su hijo y por el fallecimiento de su legítima y prudente esposa, que le llenó de tristeza y le ha anticipado la senectud. Ella tuvo deplorable muerte por el pesar que sentía por su glorioso hijo‖. Y hay aquí un breve y buen recuerdo de aquella mujer: ―Mientras vivió, aunque apenada, holgaba yo de preguntarle y consultarle muchas cosas [...]. Al llegar Eumeo a la pubertad, y después de haberse criado con la hija menor de Anticlea, ―a mí púsome un manto y una túnica, vestidos muy hermosos, diome con qué calzar los pies y aun me quiso más en su corazón. Ahora me falta su amparo, pero las bienaventuradas deidades prosperan la obra en que me ocupo [...]. Pero no me es posible oír al presente las dulces palabras de mi dueña ni lograr de ella ninguna merced‖ 116 . Cuando Odiseo, sin haberse dado a conocer, le cuenta a Laertes que conoció a su hijo y lo hospedó, éste, ―con los ojos anegados de lágrimas‖, le pregunta cuántos años hace que tuvo lugar ese encuentro. Entonces, menciona, sin nombrarla a su esposa Anticlea: ―¿Cuántos años ha que acogiste a ese tu infeliz huésped, mi hijo infortunado, si todo no ha sido un sueño? Alejado de sus amigos y de su patria tierra, o se lo comieron los peces en el ponto, o fue pasto, en el continente, de las fieras y de las aves; y ni su madre lo amortajó, llorándolo conmigo, que lo engendramos; ni su rica mujer, la discreta Penélope, 115 Homero: Odisea , XI, 66-69. 116 Ibídem, XV, 358, 363-370.

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