La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

68 Anticlea, la madre lejana. A través del interminable peregrinar de Odiseo en torno a cuyo viaje van apareciendo innumerables personajes, algunos dentro de cantos o de sueños, no son pocos los momentos de intensa emoción del rudo peregrino o de algunos de aquellos con los que se cruza, con los que conversa o discute o con los cuales actúa en todas las ―etapas activas‖ de su caminar. Hay personajes que enternecen a ese hombre que ha sabido ser despiadado en Esparta y en Creta; que ha luchado como revolucionario en Egipto; y que se ha impuesto más tarde un duro ascetismo. Uno de esos personajes que enternecen a Ulises es el que representa a Jesús, un joven pescador negro, casi adolescente, de apariencia frágil, que lo sorprende con su mensaje de amor. Entre esos momentos en que aflora la emoción y la ternura en el incansable buscador, acaso los más hermosos sean aquellos que recuerdan a dos personajes que en la nueva Odisea no viven ya. Uno tampoco vivía ya en el poema homérico – su madre - y el otro murió al retorno de Ulises – su perro Argos. De la muerte de su madre Anticlea se impone Odiseo al ver su sombra, cuando le es dado descender al mundo de los muertos, en el poema homérico. No sabemos cuánto tiempo había vivido después de la partida de su hijo. Posiblemente murió después de saber que Troya había caído y que los principales guerreros habían regresado. Argos, el perro de Odiseo, inmortalizado en breves versos por el poeta, muere al volver su amo. En la nueva Odisea , el fiel animal, muerto ―hacía miles de años‖, tiene una breve figuración. También es muy breve la de Anticlea. Y en ambos casos, creemos que la poesía de Kazantzakis, la inagotable poesía de la Odisea , alcanza momentos de elevada y emocionante belleza. Y en los dos pasajes, hay contraste entre la tan compleja personalidad de Odiseo, la dureza inflexible de su larga lucha y su interminable búsqueda, y la tierna emoción unida al recuerdo de esos dos seres humildes, humildes en ambos poemas, el homérico y el moderno. En Homero, tenemos un indicio de que la madre del héroe no está en vida, cuando en la morada de Hades, el alma de Elpenor, aquel compañero de Ulises, el menor, que murió y quedó insepulto en el país de Circe, le ruega dé sepultura a sus cenizas: ―Te suplico en nombre de los que se quedaron en tu casa y no están presentes – de tu esposa, de tu padre que te crió cuando eras

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