La Odisea en la Odisea: estudios y ensayos sobre la Odisea de Kazantzakis

142 "Tiemblo, amado, de ver que se parece al abuelo nuestro niño. Mira su porfía y su vista altiva y cómo coge los higos; ¡ay!, distingo hasta los rasgos de tu feroz progenitor. Y ¿dónde, mi Dios, se encontrará en este instante sagrado?" Y el abuelo-de-mil-viajes, allá lejos, a esa misma hora, levantaba sus pies ardientes y destruía el juego: "¡Vergüenza! Creo que ya no soy infante, ¡pero los juegos / me devoran!" 236 La Nausícaa homérica ha cambiado radicalmente. Verdad es que se elogia brevemente su belleza, su "hombro de cristal"; verdad es que recuerda a Ulises, pero lo recuerda con temor, como el "feroz progenitor" de su esposo; y tiene miedo de que su hijo se parezca al abuelo. En el otro pasaje en que se nombra a Nausícaa como "la reina", y que es posterior dentro del poema, rapsodia XV, es Telémaco quien expresa temor a su padre. En el poema de Kazantzakis, hay razón para que Telémaco tema a su padre; pero no para Nausícaa le tenga miedo. Un recuerdo sólo indirecto podríamos ver en las menciones del nieto que aparecen en otras dos visiones de la isla que vienen a la mente a Odiseo. Una de ellas, cuando se debate entre la vida y la muerte, herido y prisionero del faraón, en Egipto, luego del fracaso de la revolución a la que se ha unido. Está semi inconsciente y en un momento: Su isla celeste como una nube pasaba sobre él; estaba amaneciendo; el astro del alba se diluía al sol. A lo lejos divisa a su hijo que va subiendo a cazar: sus perros blancos husmearon una liebre y el joven se detuvo; ¡ah, cómo perfuma la yerba buena en las sierras, como susurra / el helecho y cómo se despiertan las perdices-de-las-piedras y el mundo / cómo trina! Y sobre un mirador una mujer tres-veces-noble no contempla la mar más allá, las colinas escudriña; y se acerca su vieja nodriza y están llenas de higos / negros frescos envueltos en hojas de parra sus dos manos; se vuelve la reina y gozosa elige el más hermoso: - Nodriza, bueno está este año, y se endulzarán 236 Ibídem, XII, 651-677.

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