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SUEÑO TRISTE PARA CLAUDIA, A LA ORILLA DEL MAR
Parecía obra de la misericordia,
de los mares agitados y el
susurro de las piedras,
como si estuvieran inventando vaticinios
para las enfermedades del alma humana.
En el otro extremo de la bahía
se desvanecen las nubes
en el paisaje de medianoche,
mis amigos leen el libro final,
visten de blanco,
nada puede devolver la calma
a unos espejos desgarrados
por desconocidos fulgores.
Abrimos las ventanas en silencio,
nos tiemblan las manos tendidas en el frío.
Citamos unos versos de Catulo,
un retrato de un soldado anónimo,
sin omitir ninguna referencia.
Han salido a cosechar frutos milagrosos.
Un camino como el paso de San Gotardo
nos lleva penosamente
hacia una fuente oracular.
Buscando tu nombre
la luna fragante nos sumerge
en su atávica resina.
Miradas sin destino en pleno vuelo
del atardecer.
La lenta despedida.
Empieza a nevar
la nieve inoculada.
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