Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

43 Teotihuacán fue la ciudad indígena latinoamericana más poblada. René Millon hace la siguiente apreciación: “Una estimación mía de la población de Teotihuacán durante su auge, la fija en alrededor de 120.000 personas. Por varias razones pienso ahora que este cálculo subestima la población de la ciudad, que habría llegado a 150.000 a 200.000 habitantes... Un porcentaje alto de la población de la ciudad parece haber trabajado en distintos tipos de oficios. No quisiera dar la impresión de que la mayoría de la población se dedicaba a trabajos artesanales, porque parece probable que la mayoría de la gente radicada en la ciudad cultivaba las tierras de los alrededores... En el reconocimiento que hice de la superficie de la ciudad antigua pude encontrar casi 600 talleres de distintas artesanías, la gran mayoría de los cuales se dedicaba a trabajos con obsidiana. Casi todos parecen haber estado en uso durante el auge de la ciudad. Además se encontraron unos 200 talleres artesanales, principalmente de cerámica. Existen restos de talleres donde se fabricaban o trabajaban figurillas de piedra, basalto, pizarra, concha y otros materiales... Teotihuacán tenía 20 km. cuadrados. Fue sede de un Estado poderoso que extendió su dominio sobre vastas áreas. Durante su apogeo, alrededor de 500 d.c. llegó a ser el centro más influyente en toda Mesoamérica. La ciudad residencial de Teotihuacán estaba compuesta por un recinto cuadrangular, con grandes muros exteriores en forma de talud y sin ventanas, dividido en departamentos de distintos tamaños, con un número variable de cuartos organizados alrededor de patios y sistemas de conductos embutidos en los mismos para desagües pluviales” . 55 A los efectos de precisar la caracterización de estas ciudades indígenas como ecosistema, sería interesante hacer un estudio comparativo con las ciudades griegas y romanas, que tenían poblaciones inferiores a la nuestra Teotihuacán. Esta investigación podría no sólo señalar las similitudes y diferencias entre las ciudades aborígenes latinoamericanas y las de los antiguos imperios del Viejo Mundo, sino también las diferencias ambientales entre Tebas, Babilonia, Alejandría, Atenas y Roma con las urbes modernas como Londres, París, Tokio y Nueva York. ¿Se trataría en todos los casos de ecosistemas fallidos y artificiales? o ¿existen matices importantes entre ellas en cuanto a las consecuencias ambientales que provocaron? Nos permitimos adelantar provisoriamente la opinión de que no todas las ciudades fueron ecosistemas artificiales o fallidos. Los primeros asentamientos urbanos, producidos por la revolución urbana del neolítico tardío y las ciudades indígenas precolombinas fueron, a nuestro juicio, ecosistemas con autarquía energética propia. Habría que investigar en qué fase histórica comenzaron a convertirse en “heterotróficas”, en importadoras masivas de flujos energéticos. ¿Ese momento de transición está marcado por Atenas y Roma? ¿Qué grado de artificialidad hubo en el ecosistema urbano griego y romano? 55 René Millón, op. cit ., p. 21-22

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