Hacia una historia del ambiente en América Latina: de las culturas aborígenes a la crisis ecológica actual

30 llantén, planta que los indios de Norteamérica denominan ‘la huella del paso del hombre blanco’. Muy pronto apareció un nuevo desarrollo de especies arbóreas, que siguen típicamente al desmonte del bosque, tales como el sauce, álamo temblón y abedul. La presencia del abedul sugiere con firmeza la idea de que el hombre utilizó el fuego para ayudarse a clarear el bosque, porque sobre el suelo fértil los abedules suceden a un bosque mixto de robles solamente después de incendios. Entretanto, el desarrollo de la flora padeció un cambio radical y significativo, dominando las gramíneas, trébol blanco, acedera menor, escabiosas y otras plantas pratenses. Podemos imaginar el apacentamiento del ganado vacuno y ramoneo en praderas de hierbas limitadas por bosques achaparrados de abedules y avellanos. Finalmente, llega una tercera fase. Las gramíneas, abedules y avellanos declinan, y un bosque de grandes árboles domina nuevamente. Los robles son ahora más numerosos que antes, pero el olmo y el tilo nunca recobran la pujanza que tenían en el bosque primitivo. Todos estos supuestos denotan que el hombre deforestó amplias zonas del bosque original con hachas e incendios motivados para efectuar los desmontes, en los que sembró pequeños campos de cereales y utilizó el resto para apacentar animales. Su colonización fue de corta duración, porque cuando el bosque se extendió posteriormente, desplazó su deforestación a nuevos lugares adecuados. Según se desprende de la información proporcionada por el polen, algunos de sus asentamientos pueden haber durado escasamente cincuenta años. Ahora esto es una teoría clara y ordenada, pero hay aspectos dificultosos... Los hombres del neolítico pudieron haber abierto extensos claros en los bosques utilizando sus hachas de pedernal sin grandes dificultades” . 23 En América Latina se pueden distinguir dos fases del neolítico: una, de aproximadamente 4.000 años antes de nuestra era hasta el año 1.000, en que se producen los primeros avances en la agricultura y la cerámica; y otra, el año 1.000 al 1.500 en el que se alcanza en algunas regiones del continente un estadio superior agroalfarero y minerometalúrgico, en especial en las culturas maya, inca y azteca. No se ha podido establecer la forma en que se produjo la transición del período recolector al agroalfarero. Algunos autores sostienen que este proceso no fue el resultado de una evolución in situ , sino producto de la influencia de culturas que llegaron desde fuera. Como hemos señalado en el capítulo anterior, varios investigadores han demostrado que antiguos navegantes japoneses –arrastrados hacia América por las correntadas del Pacífico Norte- fueron portadores hace más de 5.000 años de una cultura avanzada denominada Jomon. Las teorías de los “difusionistas” y “evolucionistas” han tratado de dar una interpretación del proceso de las invenciones y los descubrimientos. Los primeros, en particular los de la escuela inglesa, afirman que las invenciones principales se realizaron una sola vez, difundiéndose desde un cetro único. Los “evolucionistas” sostienen que cada pueblo ha realizado de un modo independiente los descubrimientos e invenciones fundamentales, logrando generar una tecnología propia. Aunque ambas teorías son unilaterales, los difusionistas han podido demostrar que muchas invenciones llegaron a América desde el Pacífico norte y sur. Los avances más relevantes de esta fase histórica fueron la agricultura, la domesticación de animales, la fabricación de alfarería y la elaboración de metales. La agricultura fue una de las primeras intervenciones significativas del hombre en los ecosistemas. Los procesos de siembra y cosecha introdujeron cambios sensibles en el ambiente. En el prefacio del libro La Energía , elaborado por el equipo de redacción de Scientific America , se plantea que a raíz de la revolución agrícola “las comunidades humanas redujeron la gran diversidad y eficacia de las comunidades naturales para almacenar la energía solar en los tejidos animales y vegetales comestibles y, por lo tanto, útiles al hombre. Día con día, y de estación a estación, la entrada y salida de energía permaneció en equilibrio, pero los procesos vitales fueron participando de una parte cada vez más pequeña de ese flujo... La plantación de cultivos y la cría de animales domésticos han sido las dos formas más importantes de aprovechamiento por el hombre de la energía que se almacena continuamente en la producción de plantas primarias. La manipulación humana, mediante la práctica de la agricultura, de esta 23 Johannes Iverson, “La deforestación en la Edad de Piedra”, Scientific American, El hombre y la ecosfera , Madrid, E. Blume, 1975, p. 30-32

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=