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MANUAL DE RETORICA, ORATORIA Y LIDERAZGO DEMOCRATICO
forzosamente condenado al fracaso más rotundo, pues la base de la
democracia es la honradez, buena voluntad, responsabilidad individual,
conciencia ciudadana y competencia de los individuos, cualidades muy
difíciles de tener en situaciones tan precarias para los pobres y tan
oportunistas para los ricos. El sentimiento democrático del siglo V A.C.
había descendido entre el pueblo ateniense, ya que los poderosos,
preocupados sólo por su dinero y sin el menor sentido ciudadano, no
acudían ya a las asambleas, que habían sido la escuela principal de
política en Atenas, por lo que hubo que remunerar a los asistentes, si
no se quería ver los escaños vacíos. El pueblo, la masa, acudía aunque
nada más fuera para percibir el dinero que se le daba y esa circunstancia
hacía que la Asamblea pudiera ser dominada por demagogos que con
su palabra dominaban la Asamblea y la hacían votar a su capricho,
quien adoptando las decisiones más descabelladas y contrarias al interés
del mismo pueblo que era engañado y arrastrado de una decisión a
otra, a capricho y gusto del orador. La verdad es que esta descripción
podría aplicarse, dos mil quinientos años después, a muchos países en
distintos continentes aunque, en el lenguaje moderno, hablamos de los
riesgos de gobernabilidad y cohesión social que afectan a pueden
afectar a muchos pueblos, agravados por el mal uso que puede hacerse
de los medios de comunicación modernos.
En ese período histórico, todos buscaban soluciones a medida de sus
respectivas ideologías y encuadradas en la política que defendían los
diversos partidos. Unos, como Isócrates, creyeron intuir el remedio de
los males en una monarquía unificadora absolutista (concretada luego
en Filipo). Isócrates había propugnado ideas de unificación de todos
los griegos contra el enemigo común, que entonces era Persia, y se
había mostrado contrario al sistema democrático existente, quizá porque
lo veía ya corrompido y de difícil restauración en su anterior estado. En
esta situación, los ciudadanos ricos consideraban la sumisión a
Macedonia como una forma, la más adecuada, de librarse de todas esas
cargas, que ellos creían injustas e insoportables. En una posición distinta
se ubicó Demóstenes, con su sentido fuerte de patria, con su patriotismo
a ultranza y con un concepto del honor y la dignidad personal
extraordinario, que le hacían subir a la tribuna a gritar en pro de la