Los Jirondinos chilenos

.... - 45- das en la vared fronteriza a su taller, por medio de rayas a la altura de la cabeza, todas las notabilidades de la ciudad, cayo paso acechaba i marcaba con un lá– piz, distinguiendo en las rayas los sexos. Poi· manera que cuando la pálida muerte venia a gol!,>ear los alcá– zares de los grandes, aqne! infatigable enterrador en vida, nunca el'a tomado de improviso, i cada parl'oq nia– no, punto mas, punto rnénos, era servic.lo a su medida, como en la Casa Francesa...•. ..• , Así el jenio suele embellecer i poetizar los descubri– mientos n1as vnlgares, i Lamarti oe midiendo la talla de cada nuo de los Jirondinos para ajn.:1tar a su te1upe– ratnra el pedestal de su fa1na, p!aj iaba sin saberlo al previsor ebau ist.a santiaguino. No. La obra de Lamartine no es una historia. Es la leyenda, es el canto, es la epopeya, i de aquí su univel'– sal prestijio porque lo qne es 1nas jeneral en el linaje hnmano es su profnnda Cl'eclnliclad, i al propio tiempo, su snmision jenel'osa a la grancleza de los seres sobre– salientes. Por eso los antignos inventaron los Titanes i los Dioses. «El li bro de M. de Iiamartine, ha dicho con justicia uno de sns críticos (Larousse, 1874) es la mas irregular de todas las historias, pero al mismo tiempo el roas interesante de todos los poemas». P onemos aquí punto a nuestra tarea, sino a nuestro propósito. Estamos, como los Jü·onclinos ántes de la caida de la Reyecía, en dias de plena incertidumbre i de terribles problemas. Esperemos por tanto I I por lo que a nosotros toca,

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