La convivencia escolar desde el discurso de sus actores

la evaluación de dichas políticas mostró que: “existe un défcit en el logro de formación en las escuelas y que la convivencia escolar debería ser entendida como un eje central que debe sostener el proyecto educativo, centralidad que se ha perdido; se instalaron reglamentos, se normalizaron las propuestas pero no hay , de parte de los actores, apropiación del sentido de una sana convivencia” (Llaña: 2009) Por cons i gu i ent e , impor t a des t acar que l as percepciones que los individuos tienen del ambiente en el que desarrollan sus actividades habituales, las relaciones interpersonales que establecen y el marco en que se dan tales interacciones, es decir el clima escolar, constituye un factor clave para mejorar los procesos formativos. Diversas investigaciones han revelado el papel que ocupa el clima social escolar. Entre ellos, el primer informe de un estudio realizado por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación [LLECE] (Casassus y otros, 2001), organismo coordinado por la UNESCO, se plantea que el clima escolar es la variable de mayor efecto sobre el rendimiento en lenguaje y en matemáticas. Corroborado con otros estudios que no sólo muestran el impacto del clima social escolar sobre el rendimiento, sino también sobre otras dimensiones de la vida escolar. Constatación reforzada por investigaciones en relación con las escuelas efectivas, escuelas que, independiente de las condiciones de origen de sus estudiantes, logran buenos resultados. Se desprende por consiguiente que un clima escolar positivo no sólo potencia el rendimiento, sino que también conlleva el desarrollo de una atmósfera de trabajo que favorece la labor de los docentes y el desarrollo de la organización escolar (Arancibia, 2004; Bellei& cols., 2004). De acuerdo a lo expuesto, es preciso reconocer que el constructo ambiente escolar permite contar con un indicador de la calidad de vida al interior de las escuelas, íntimamente 83

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