Historias de vida de directoras escolares: contexto y voces

59 HISTORIAS DE VIDA DE DIRECTORAS ESCOLARES: CONTEXTO Y VOCES Al principio fue complejo, porque con 28 años, Irene debía realizar observaciones de clases y capacitaciones para profesores, profesoras y educadoras de párvulos, en lenguaje y matemá- tica de prekínder a 4º básico, en todas las escuelas municipales de dos comunas periféricas de la Región Metropolitana. Con el tiempo comenzaron a presentarse nuevas necesidades en la Fundación en que trabajaba, como la creación de cursos para ser presentados al Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas del Ministerio de Educa- ción, y la asesoría de los directivos de una de las comunas. Al mismo tiempo que empezó a asesorar a los equipos directivos, decidió cursar un magíster en Dirección y Liderazgo para la Gestión Educativa, ya que consideraba que su experiencia como jefa de Unidad Técnico-Pedagógica era insuficiente para esta misión y necesitaba nuevas he - rramientas. Acompañé a los equipos directivos en la toma de decisiones sobre algunos procesos críticos de sus escuelas y construcción de sus primeros Planes de Mejoramiento Educativo asociados a la Ley de Subvención Escolar Preferencial que recién se había promulgado en ese tiempo. El trabajo en esa Fundación era interesante, pero Irene sentía que tenía un techo muy cercano, puesto que en poco tiempo ya había realizado casi todas las funciones y, como era un espacio laboral pequeño, no podría seguir creciendo. Volvió a buscar nuevas opciones y, por medio de una persona que conoció en las capacitaciones de Educación Parvularia, envió sus anteceden- tes a otra Fundación Educacional, cuyo giro era exclusivamente educación y que poseía ocho colegios propios. Al poco tiempo la entrevistaron y quedó seleccionada para hacer una labor similar a la que realizaba, de asesoría a docentes, pero de manera más específica en Lenguaje, y con una frecuencia mayor de acompañamiento en el aula, para instalar un programa de dicha asignatura. Nuevamente se vio enfrentada a “suspicacias” por su edad y debió validarse a través de su trabajo. Esto último no fue tan bien recibido por sus colegas, quiénes le hicieron saber que no les gustaba “la gente que se quedaba después de su horario, trabajando”. En poco tiempo, eso sí, se ganó la validación y el reconocimiento de los profesores y las profesoras que acompaña- ba y capacitaba, y de los equipos directivos de los colegios, por lo que luego de un año como asesora, la ascendieron a coordinadora académica de la casa central de la Fundación, teniendo que acompañar el trabajo de sus otros colegas y de las coordinadoras de ciclo de los colegios. Si bien no a todos sus compañeros les cayó bien el ascenso, lo aceptaron y comenzaron a tra- bajar en conjunto. Yo tenía que trabajar con los encargados de la casa central, que era la pega que yo partí haciendo en la Fundación: acompañar a los profesores de un área específica y hacer retroalimentaciones, etc. Después lideraba a los encargados de área, que era una pega un poco rara porque yo era como jefa, pero a su vez no lo era. Luego de su segundo prenatal, Irene volvió a trabajar a la Fundación. A un año de su vuelta, su jefa directa, la directora académica de la Fundación, luego de una enfermedad, anunció su sa- lida del cargo y eso, sumado a los cambios que venía observado, hizo que Irene sintiera que no podría continuar realizando su trabajo como antes. Dejó su cargo de coordinadora y se ofreció para acompañar un colegio de la Fundación: “Comencé a asesorar al colegio, a su directora, equipo y docentes. Veía cómo los alumnos no entraban a clases, los profesores no hacían cla- ses y era como un recreo permanente”. Luego de esta experiencia, Irene sintió que la misión de la Fundación por la que llevaba tra- bajando tantos años, en ese colegio, no se cumplía. El rol de la directora estaba en evaluación

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