Tránsitos y trans-formaciones: Foro de las Artes 2021

119 D o c u m e n t a l e s s o n o r o s c o n a f r o d e s c e n d i e n t e s : d e l p r o c e s o d e c r e a c i ó n a l c o m p r o m i s o p o l í t i c o p o r u n a r t e r a d i o f ó n i c o * Mauricio Barría J. y Raúl Rodríguez O. ca con sonidos, lejos de lo ilustrativo y más cerca de lo disruptivo. Los tiempos de transformación que vivimos en torno a lo sonoro hacen aún más posible ver la obra como un cuerpo vivo y en movimiento, que se relaciona con los fenómenos sociales y es capaz de interpelar a una con- ciencia crítica de quienes escuchan. Esto, sin embargo, no se completa sólo en el proceso, sino también en la vinculación expresiva y emocional que constituye la obra con lo que quiere decir el autor, sostiene Godinez, uno de los fundadores del Foro de Documentales Sonoros en Español. La articulación entre arte y política también constituye a las obras tanto en su producción como recepción. Si ya Adorno y Rancière cuestionaban el arte comprometido de Brecht y Sartre, lo que queda es reconocer el valor polí- tico del proceso. Este pasa por emanciparnos como artistas y creadores en el proceso de producción para después emancipar a los auditores. Desde aquí queremos mirar las obras. La responsabilidad ante el otro Uno de los principales desafíos que nos planteó el proyecto Paisajes Disonantes fue cómo nos hacíamos cargo de documentar la lucha del pueblo tribal afrodescendiente no usurpando su identidad, ni hablando en nombre de ellos. En otras palabras, surgió la pregunta cómo se repre- senta al otro y cómo ello implica una responsabilidad ya no de índole estética, sino ética. Esta imbricación entre estética y ética ha sido larga- mente debatida, pero logra un momento destacado a partir de lo que Ni- colás Bourriaud caracterizó como estética relacional y más recientemen- te Reinaldo Laddaga formula como estéticas de la emergencia. En efecto, es posible constatar una tendencia creciente del arte que busca a través del vínculo social generar procesos de creación que de alguna manera se devuelven a la propia comunidad de forma colaborativa o retributiva. Una tendencia en la que la condición misma de arte queda expuesta a su disolución, a convertirse, problemática o peligrosamente, en una mera práctica social y activista. Una suerte de giro hacia el espectador como punto y sostén de la producción artística independiente de que esta sea o no escénica. Hablamos de dramaturgias del espectador, artes colabo- rativas, de arte en y con los territorios. Esta entrada al mundo social con- creto (ya no teórico como la imagina Adorno) implica necesariamente reformular los cánones desde donde no solo el productor realiza obra sino desde donde el investigador la analiza, pues si bien la obra puede conservar su carácter autónomo, en determinados casos el contacto e incluso contagio que implica esta apertura la vuelve más transparente, más local. Con ello no queremos decir que la obra pierde su condición

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