Comunidad y América Latina: avances decolonizadores

191 Pero también están los pueblos, quienes son más amables y estando muchos de ellos atados y explotados por las ciudades, tienen una mejor convivencia para sí y para el medio que los rodea, aunque hay algunos que, por estar lejos, perdidos detrás de las montañas o en medio del bosque, desarrollan sus vidas comiendo lo que les apetece, sin perjudicar a nadie. Podríamos mencionar, en el Sur las imponentes Torres del Paine, o las aguas de Foz de Iguazu, que colindan con Brasil, Argentina y el Paraguay, nutridas por el caudaloso rio amazonas, cerca de Leticia y Narico que parte de la cordillera cerca del Cuzco a un costado de la antigua ciudad incaica de Machupichu, desde la cual había una comunicación con Tikal, en Guatemala llegando al trópico de Centroamérica enriquecido por Tortuguero, hasta Tijuana y tanto otros espacios que podríamos mencionar en relación a la población local de antaño, los indígenas, los blancos llegados de Europa y los afrodescendientes, todos los cuales han cruzado el continente, migrando de lado a lado construyendo sociedades muchas de ellas en proceso y dirigidas hacia un destino todavía desconocido. Igualmente, cuando hablamos de comunidades de América Latina, habría que decir que una definición es un grupo de personas que bajo una cultura común desarrollan sus quehaceres, pero, al parecer resulta infructuoso esforzarnos por encontrar una buena definición de comunidad, sino que es más valioso tener una apreciación amplia de comunidad, de modo de no perder el foco de atención y más bien centrarnos en el o los fenómenos sociales fundamentales de América Latina. Sin embargo, lo que corresponde decir es que las comunidades son el motor de lo que tenemos y lo bueno que existe en el continente, sus mejores logros son gracias al deambular, a la presión, al sacrificio y a las luchas de la comunidad latinoamericana.

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