Los cazadores-recolectores y las plantas en Patagonia: perspectivas desde el sitio cueva Baño Nuevo 1, Aisén

El registro arqueobotánico – 63 Volviendo la mirada al desarrollo de la arqueología trasandina, se observa que los estudios arqueobotánicos en la Patagonia y Pampa argentina han avanzado fuertemente, abordando el registro desde diversas materialidades: carporrestos, macrorrestos, carbones y microfósiles. Asimismo, se ha logrado plantear y respon- der problemáticas referidas a la subsistencia de los grupos cazadores recolectores a partir de la identificación y determinación del uso y consumo de plantas silvestres en los sitios que les corresponden (Llano 2008; Llano y Neme 2012; Musaubach 2014; Ciampagna 2014, 2016; entre otros). También se ha detectado la aparición de plantas domesticadas en contextos cazadores recolectores y en otros asigna- bles a grupos que manejaron la cerámica tempranamente en el área (Capparelli y Prates 2010; Musaubach et al. 2010, 2013; Pérez y Erra 2011; Lema et al. 2012; Mu- saubach y Berón 2016). Por otra parte, algunos estudios han propuesto la explo- tación más intensa de las gramíneas entre grupos patagónicos (Babot et al. 2008; Musaubach et al. 2010; Musaubach 2014), además de percibir la importancia del Prosopis entre estos mismos grupos (Capparelli y Prates 2010, 2014; Ciampagna 2012; Lema et al. 2012; Musaubach y Berón 2012; Musaubach 2014). Tal como se aprecia, los antecedentes arqueológicos en Argentina sobre el uso de plantas entre grupos cazadores recolectores son vastos. Por su pertinencia para el caso de Baño Nuevo 1, que se emplaza en un ambiente extra-andino y de estepa de altura, nos referiremos especialmente a los estudios realizados en una franja longitudinal al este de la Cordillera de los Andes, donde se distingue el ecotono bosque patagónico, transición bosque/estepa y estepa patagónica de piedemonte oriental, abarcando desde el sur de la región de Neuquén hasta la región de Santa Cruz. En términos generales, existen pocos datos arqueobotánicos en esta área que correspondan a casos con un evidente registro de macrorrestos vegetales, lo cual ha motivado el estudio de este tipo de evidencia. Hacia el margen septentrional de esta franja se ubica la cueva Epuyán, en la parte sur de la Provincia de Neuquén, en una zona esteparia arbustiva herbácea de la cuenca del río Limay (Crivelli et al. 1996a, 1996b). Este sitio cuenta con una ocupación efímera hacia ~9.970-7.000 años ap [~11.408-11.236 a 7.867-7.687 años cal ap], donde se destaca un contexto funerario de cuatro individuos y la asociación con grabados en las paredes de la cueva, sin registros botánicos (Arias et al. 2012). La presencia humana se hace más fuerte hacia 5.140 años ap [~5.920- 5.745 años cal ap] y resalta el hallazgo de restos vegetales, tales como tunas y gramíneas que estaban dispuestas sobre el suelo en forma de camadas, además de registrarse materiales líticos y óseos. Posteriormente, desde ~1.100 años ap [~ 967-927 años cal ap] hasta inicios del siglo xx, la cueva cumplió una función

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