Cien propuestas para el país que queremos: diálogos al alero de la Universidad de Chile

102 cien propuestas para el país que queremos y propuestas, se percibe poco avance. El estallido social y la crisis derivada de la pandemia de Covid-19 han puesto en evidencia las carencias del aparato estatal y la necesidad de retomar un impulso modernizador. Se percibe una lógica de abandono de los ciudada- nos, quienes reciben apoyo principalmente desde los escasos re- cursos municipales. El PNUD (2017) es bastante elocuente respecto de las diferencias de trato y la presencia del Estado como gatillador de desigualdades. 1 Si observamos la insuficiente transformación en el modo de hacer la gestión aprovechando, por ejemplo, las nuevas oportunidades tecnológicas, que se suma a la persistente tendencia a actuar en silos, el panorama no se ve muy alentador si lo que que- remos es un Estado al servicio de la gente. La crisis de los liderazgos y la baja de confianza en las institucio- nes afectan también la gestión pública. Por otra parte, no pueden seguir ocurriendo las frecuentes perturbaciones en la Administra- ción pública que generan los cambios de gobierno. Esta inestabili- dad de personas, equipos e incluso de políticas públicas explica en buena medida los problemas de calidad en la gestión; de paso, se dilapidan cuantiosos esfuerzos. No puede ser que el vencedor en el nivel local o nacional asuma que tiene un derecho respecto de los recursos y los cargos públicos. Así, todo apunta a que el país debe alcanzar un gran acuerdo que apunte a terminar con la práctica de que la Administración sea considerada un botín. ¿Por qué no se ha avanzado lo suficiente? La principal hipótesis sugiere que hemos confundido con mucha frecuencia las funciones propias de los gobiernos respecto de la Administración. No existen políticas de largo plazo, sino planes de gobierno; no existe una alta administración profesional, sino directivos que dependen dema- 1 «La desigualdad socioeconómica en Chile no se limita a aspectos como el ingreso, el acceso al capital o el empleo, sino que abarca además los campos de la educación, el poder político y el respeto y dignidad con que son tratadas las personas» (PNUD, 2017).

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