Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier. Volumen I

– 592 – Estudios en homenaje a Alfredo Matus Olivier El discurso del diccionario, en cuanto organización del sentido, surge de su carácter de libro. El hecho de que cada persona pueda hojearlo, seguir el hilo que le ofrecen las palabras utilizadas en la definición o en el ejemplo, perderse o pasear por la gran variedad de vocablos, de significados y de referencias a la extrema riqueza de la realidad es lo que, a lo largo de los siglos, le ha dado su naturaleza. Es muy importante subrayar que lo que ofrece el diccionario es un horizonte de sentido , o sea, un ámbito de interpretación que cambia y crece a partir del sentido que elabora el texto en que aparece el vocablo consultado, y no de un límite como sucede con los códigos o como, en una fantasía que no deja de revelar su ominoso peligro, un catálogo de lo que se permite decir, como sucedería en la sociedad orwelliana de 1984 o en la vieja película de Jean Luc Godard, Alphaville ; una pretensión, por otra parte, de algunos –afortunadamente muy pocos– académicos de la lengua que, sobre todo en el pasado, han considerado a la institución española como un poder legislativo y, en consecuencia, impositivo. La revolución que produjo la invención de la computadora electrónica por el alemán Konrad Zuse y, sobre todo, por el húngaro John von Neumann, más la contribución determinante del inglés Alan Turing, desde la Segunda Guerra Mundial, a la teoría de los lenguajes artificiales, han tenido valiosas consecuencias para la lexicología y su aplicación, la lexicografía, pues les deparó la posibilidad tanto de construir y manejar grandes cantidades de datos en plazos comparativamente cortos –si se miden en relación con los tiempos que lleva a un lexicólogo organizar y clasificar sus datos descriptivos y después estudiarlos–, como de organizar de manera más exhaustiva y eficaz sus procesos de análisis y redacción. Cuando uno lee las historias de los diccionarios como el Robert francés, escrita por Paul Robert 3 , la de James Murray, autor principal del Oxford English Dictionary 4 o la biografía de María Moliner 5 , autora del Diccionario de uso del español, no puede dejar de admirar su perseverancia y el ingente trabajo que, durante decenas de años, les llevó anotar a mano en cientos de miles de papeletas los documentos de los vocablos que habrían de llegar a constituir sus diccionarios. Desde finales de la década de 1960, cuando comenzaron a aparecer estudios en que el material verbal en cuestión se procesaba y ordenaba con la intervención de la computadora 6 , y cuando se produjo entre los lingüistas el interés por los 3 Paul Robert, 1971. 4 Véase K.M. Elisabeth Murray, 1979. 5 Véase Inmaculada de la Fuente, 2011. 6 Guillermo Rojo, encargado de diseñar los varios corpus de la Academia Española, reconoce al Computational Analysis of Present-Day American English , llamado también Corpus de Brown , como un pionero. El Corpus del español mexicano contemporáneo (CEMC 1) del Diccionario del español de México data de 1974, lo cual omite señalar y en cambio lista varios otros posteriores, entre ellos los académicos, iniciados en 1990: 26 años después del nuestro.

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