Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas

8 – Vidas cotidianas en emergencia: territorio, habitantes y prácticas mos arrojados a un mundo ya constituido, que es significado y comprendido como aquello que es, no albergándose mayores dudas al respecto. Es así como nos dejamos llevar por un sinnúmero de rutinas, obviedades, costumbres, hábitos que operan en base a una serie de certezas que posibilitan vivir el día a día. El sujeto así, como dirá Heller (1970), “acepta las cosas y las instituciones como ‘dadas definitivamente’, tal como son, y olvida su génesis” (p. 184). Asimismo, opera la presunción que los otros hombres también existen dotados de una conciencia que es “esencialmente igual a la mía” (Schutz & Luckmann, 2009, p. 26), permitiéndoles significar y accionar en el mundo de un modo que se recono- ce como común. Por tanto, desde el comienzo, “mi mundo cotidiano no es mi mun- do privado, sino más bien un mundo intersubjetivo” (Schutz & Luckmann, 2009, p. 26). Es más, no es posible configurar un espacio cotidiano si no es por medio de la relación establecida con otros, pues es en ella desde donde se reproducen/producen aquellas objetivaciones que se comprenden como incuestionables y que posibilitan movilizarse sin mayores dificultades en aquel espacio inmediato. Es por los otros que puedo aludir a que vivimos en un espacio, en términos físicos y significativos, común—“[…] sé que hay una correspondencia continua entre mis significados y sus significados en este mundo, que compartimos un sentido común de la realidad de éste” (Berger & Luckmann, 1967, p. 39)—. Las presunciones permiten aprehender a la vida cotidiana como una realidad or- denada (Berger &Luckmann, 1967) posibilitando la realización de acciones y activi- dades que producen/reproducen al propio sujeto, así como a la misma cotidianidad. En este sentido, como nos dirá Schutz, “confío en que el mundo, tal como ha sido conocido por mi hasta ahora, persistirá y que por consiguiente, el acervo de cono- cimiento obtenido de mis semejantes y formado mediante mis propias experiencias seguirá conservando su validez fundamental” (Schutz & Luckmann, 2009). Sin embargo, la vida cotidiana, tal y como podríamos suponer, no queda redu- cida solo a la rutina y a las certezas y presunciones que la sostienen. También hay, siguiendo a Giannini (1987), transgresión a ellas. Es decir, parte de la cotidianidad es la transgresión de la continuidad de “la rutina y de las normas que la hacen rodar” (Giannini, 1987, p. 45). La imposibilidad de hacer la misma ruta al estar cortada la calle por unos trabajos; trastocar los tiempos del día por el anuncio de una noticia inesperada; decidir presentarse a los otros de un modo radicalmente distinto a como se hace usualmente, entre otras, son transgresiones a la rutina y a la certeza. Dichas transgresiones, según Giannini (1987), tendrían tres características: por un lado, ser aparentemente insignificantes, pero que al salir del marco habitual descoloca a unos y otros; por otro, suelen luego transformarse en norma, rutina y hábito en la medida que se resuelven y permiten nuevamente orientar la acción; por último, son trans- gresiones que tienen la potencia de ser un rescate del tiempo y de los seres perdidos

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