Dossier N°7 del programa de Estudios Comunitarios Latinoamericanos de la Universidad de Chile: COVID-19, feminismo decolonial y revueltas populares

M ONTALVO -R EINOSO , R. F EMINISMO DECOLONIAL : N UEVAS MIRADAS Y CONSTRUCCIONES COLECTIVAS llamen así, rompen los mandatos patriarcales e irrumpen en las asambleas, construyen organización en medio de las miradas suspicaces de los propios hombres indígenas o campesinos, que las acusan de intentar romper el movimiento, ha sido para mí fundamental para la reflexión sobre los feminismos y la decolonialidad como clave para desestructurar la trenza del poder patriarcal, del capitalismo y la colonialidad. Desde esta perspectiva es que me coloco para hablar del feminismo y quiero también partir de mi propia experiencia. En ese sentido, voltear la mirada al pasado y hacia dentro me ha llevado a dialogar con mi propia historia, a reconocerme en ella y en los eventos que han forjado mi subjetividad y que marcan mi propia experiencia de vida. El descubrirme mujer racializada desde siempre, desde que nací, vivir la impronta colonial en relación al color de la piel, al fenotipo, a la importancia de “mejorar la raza” y a la sobrevaloración que había en casa, en la vecindad, comparándome siempre con mi hermana de piel blanca y ojos claros, mientras yo era Rosita Pinchagua, en referencia a un pez que crecía en los estancamientos de agua luego de las lluvias tropicales de Guayaquil, mi ciudad natal, fue algo que fui aceptando y asumiendo a lo largo de mi niñez, normalizándolo. El racismo cotidiano, ese que está dentro de las estructuras mentales como expresión de la colonialidad, fue y es también parte de mi camino. Pero, pese a mi militancia feminista y de izquierda, es al contacto de mujeres indígenas, mujeres rurales, mujeres de frontera urbano/rural que pueblan nuestras barriadas, es al compartir con ellas el camino que me empiezo a interpelar sobre lo que conforma la “trenza de la dominación”, como la llamó mi amiga Marfil Francke, una feminista peruana. Verme y vernos en nuestros caminar colectivo fue posibilitándome hacer de ese yo, la Rosita Pinchagua que vive la experiencia a veces sutil del racismo, un nosotras, de pensar no desde mi experiencia individual como mujer racializada, sino ser parte de un conjunto, de las miles que vivimos estas experiencias opresivas y sentipensar que de ellas solo es posible liberarnos cuando juntas resistimos y juntas caminamos, construyéndonos y reconstruyéndonos. En ese sentido, creo que el feminismo decolonial que se empieza a gestar en nuestros países es entonces la expresión de la experiencia vivida por nosotras, las subalternizadas, de descubrirnos en esas otras miradas, en esas experiencias tejidas con las de otras, de las que somos de alguna forma espejo, integrando nuestras diversas opresiones y nuevas formas de desarrollar nuestras luchas y resistencias. Esta nueva mirada no implica, pues, dejar de reconocer las luchas que los feminismos han desarrollado en toda nuestra Abya Yala desde diferentes vertientes. Muchas de nosotras, por ejemplo, venimos de experiencias de partidos de izquierda. Hemos partido de ahí para asumir nuevas visiones y luchas, también dentro de la propia izquierda. Como bien lo señala Hooks (2017) con relación a Estados Unidos, “las activistas feministas (la mayor parte blancas) tomaron conciencia de la naturaleza de la dominación masculina cuando militaban en espacios anticlasistas y antirracistas con hombres que hablaban al mundo sobre la importancia de la libertad mientras subordinaban a las mujeres en sus filas” (p. 22). 35

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