De cobre, microbios y arte

Prólogo Margarita Carú | Julieta Orlando Combinar el cobre, los microbios y el arte puede parecer una extraña y curiosa mezcla, pero tuvimos la fortuna de observar de cerca que en realidad es una propuesta muy novedosa. Cuando André Barbet y Andrés Marcoleta, los autores de los tres primeros capítulos de este libro, nos propusieron la idea de hacer arte con cobre y bacterias en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, como parte de los laboratorios del curso de Microbiología del plan de formación de la Pedagogía en Educación Media en Biología y Química, nos entusiasmó la idea porque podría ilustrar algunos conceptos de manera creativa. En el fondo, intuíamos que, por tratarse de una innovación en la práctica de laboratorio, podría generar curiosidad entre los estudiantes, y eso siempre es bueno, porque deja huellas y, en consecuencia, es conocimiento instalado. Cuando pensamos en cobre, es probable que la gran mayoría lo asocie a los cables eléctricos y a las cañerías de agua de nuestras casas, y claro está que convivimos diariamente con este metal. Otras personas lo asociarán a nuestra minería, ya que siendo Chile el mayor productor de cobre a nivel mundial, esta actividad proporciona importantes divisas al país. De hecho, la historia de Chile ha estado siempre ligada a su minería, con sus claros y oscuros momentos, la cual nos ha otorgado riqueza y bienestar, pero no exentos de conflictos sociales y políticos, lo que muy bien narra Giorgio Boccardo en el cuarto capítulo. El cobre fue el primer metal utilizado por la humanidad para construir algunos utensilios y adornos, prueba de lo cual son algunas piezas de cobre cuya antigüedad se remonta al inicio del período Calcolítico o Edad del Cobre. Los objetos que se podían fabricar con este metal eran de uso más bien decorativo que utilitario (anillos, brazaletes, figurillas), ya que el cobre en su estado nativo no podía rivalizar con la dureza de

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