Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

29 Mezcla de verdades y exageraciones, la figura de Bello alimentó mu- chos mitos, algunos de los cuales son derechamente frivolidades. Por ejemplo, que habría sido una especie de Adonis, incluso próximo a la muerte. Se cuenta que, llegado recién a Chile, entre sofocada y com- puesta, la directora de un colegio de señoritas desistió de contratarlo por hallarlo demasiado buen mozo; 26 o que un tal escritor apellidado Mannequin, en 1864 , un año antes del deceso de Bello, habría excla- mado: “no he visto nunca cabeza más bella”. 27 Lo dicho no significa que en este trabajo no me haya servido de los mitos y conjeturas en torno a Bello. Es más, en cierta parte, el mío también es una conjetura que intenta estar documentada. La conje- tura ha servido a los fines de investigaciones sobre Bello, las que se instalan en el límite entre realidad y ficción. El verso del joven Bello en su obra teatral “Venezuela consolada” (“Siglos futuros, yo los llamo”), invita a conjeturar que pensó y sintió poderosamente, pero tal vez no de lamanera en que se pensará y sentirá en el porvenir de ese espacio por entonces llamado Hispanoamérica. 28 en el banquillo de los acusados Por mucho tiempo —se decía— la historia fue narración de los vence- dores, de los dominadores, los explotadores, los victimarios. Una histo- ria de quienes no lo fueran parecía un oxímoron. Pero la historia de los perdedores, de los derrotados, de los dominados, de los explotados y de las víctimas, consiguió espacio, adeptos y develó esos fondos, antes sumergidos, que retienen para sí la intriga de la verdad incómoda. Con ello, la historia de sus acusaciones, sus ajustes de cuentas, sus grandes justicias, ha hecho necesario instalar un banquillo por el que pasen uno a uno los acusados ante los acusadores. No basta ya 26 Vargas Bello ( 1982 , p. 17 ). La información es de Miguel Luis Amunátegui Reyes. 27 Ibid ., p. 12 . 28 Aunque el término “Hispanoamérica” ha caído en desuso, lo empleamos —ahora y en adelante— para no apartarnos de los límites gramático-políticos trazados por Andrés Bello, no por purismo, sino que a fin de seguir muy de cerca los razona- mientos del mismo Bello, que es condición necesaria, aunque no suficiente, a los objetivos del presente libro.

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