Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

28 se les tendrá un respeto reverencial por cuanto obras raras del juriscon- sulto de la nación. Su Filosofía del entendimiento pasa a mirarse como un compendio de una determinada moda filosófica decimonónica, mezcla de varias tradiciones. En el extremo opuesto, el apologético Bañados Espinosa sostendrá que la Filosofía “descifró problemas que, antes que él, nadie había podido resolver con la luz de la razón y de la lógica”, 19 mientras que, sobre el mismo libro, Diego Barros Arana escribirá, más prudente: “llegó a ser un filósofo original en cuanto es posible serlo después de tantos y tan variados trabajos”. 20 En general, Bello ha recibido grandes alabanzas. José Martí, a quien he citado, escribió: “colono humilde, maestro de Repúblicas; y de dis- cípulo de adocenados enseñadores, señor y legislador de su majestuosa lengua […] el más erudito hablista y el más profundo pensador de la tie- rra en que se hablaba lengua castellana”. 21 En una línea semejante, escri- birá el esta vez no tan punzante Joaquín Edwards Bello: “Grande como Licurgo, austero y laborioso como Solón”, y rematará que en España es respetado por todo quien “escribe como mandó Bello”, para luego excederse más allá de todo horizonte conocido: “Según el juicio de los eruditos, Bello sobrepasó en las traducciones a Horacio, a Virgilio y a Hugo”. 22 Extasiado, Miguel Luis Amunátegui abre su Vida de don Andrés Bello citando las palabras del poeta español Manuel Cañete: “[Bello fue el] Príncipe de los poetas i escritores del Nuevo Mundo”. 23 En sus tex- tos dice el metalúrgico radical Ángel Gallo que “es tan profundo en el fondo como manso y cristalino en la superficie”. 24 Escritos de este tono anegan bibliotecas que, como dice Charles Bukowski, “bostezan”. Fuera de ellas, en los espacios que alcanza la vista del paisaje, La Dehesa de la Villa, en Madrid, proclama: “[Andrés Bello] fue el salvador de la integridad del castellano en América”. 25 19 Bañados Espinosa ( 1966 , p. 106 ). 20 Barros Arana ( 1966 , p. 61 ). 21 Martí ( 1995 , pp. 212 - 3 ). 22 Edwards Bello ( 1965 , pp. 175 - 6 ). 23 Miguel Luis Amunátegui ( 1882 , p. 10 ). 24 Gallo citado por Scarpa ( 1970 , p. 6 ). 25 Citado en Barnola ( 1980 , p. 35 ). Obviamente, la frase se debe a Menéndez y Pelayo.

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