Estéticas menores

Feminidades sanguinarias: sangre derramada y propagación sexual Alejandra Díaz Zepeda Me parece que, si bien la pornografía ilustra en sus códigos las necesidades de su producción, hay una continuidad importante respecto a las imágenes cuyo dispositivo de placer no es precisamente el sexual. Imágenes que encuentran en la tortura. el dolor y la crueldad su detonante de placer. La mirada sobre el otro construye las imágenes más crueles y aterradoras, respondiendo a nuevas formas de placer escópico. Intrigada con el hecho de que la violencia y el sexo se transfieren del espectador al sujeto vicario, tal como nos lo ha enseñado la pornografía, me interesa hacer aquí un breve mapeo cinematográfico con el fin de ubicar dicha transferencia. Quiero advertir que las imágenes que a continuación recuperaré agudizan la espectacularidad cinematográfica haciendo visible que la sexualidad o la violencia no pertenecen solamente a lo fáctico sino a la realidad del espectáculo. Lo que veremos es cómo la entrada de las representaciones sexuales a la espectacularización potencia, desde sus posibilidades hiperbólicas y sádicas, los efectos de perturbación de las imágenes para adultos; pues parece ser un hecho en nuestra cultura que lo sádico suele aproximarnos más a lo real, además de que bajo esta necesidad vicaria!, el sadismo encuentra su futuro en la certeza otorgada a la imagen: mientras más violenta más real. Sabemos que la comercialización de la violencia y la crueldad ofrecieron al cine una nueva oferta. Es así como desde un panorama underground nace el cine gore. Según Jordi Costa «Como en el caso del porno, el gore se detine por una exigencia de contenido bastante inelegante: si no hay cine porno sin eyaculación, no hay cine gore sin mutilación» (Valencia y Guillot 1996: 15). El uso de lo efectos especiales en el cine de ficción 15 se incrementaba con esta nueva propuesta, pues

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