Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público

253 Las calles se constituyen a partir de residuos, pedazos de vidas, que ni siquiera son historias, apenas intensiones y deseos desaparecidos en el abandono que siempre es la muerte, rastros de un cuerpo muerto de cuyo origen nunca seremos testigos...(las nuevas vías bautizadas entre casas recién bautizadas son aún un mapa sin espesor ni cuerpo ) se trata de una imbricada lectura sin punto de entrada, orden, ni salida, un juego de palabras cruzadas como un cadáver exquisito de generaciones de miradas, vidas y desapariciones... al final sólo quedan las cosas y los objetos, como si a la ciudad, el único universo que conocemos pertenecieran, aquello pudiera ser leido desde alguno de los extremos del ovillo de millones de cruces. ¿Se trata de una lectura entonces?..¿Cuál lectura?...o sólo nos queda el instante del acontecimiento de una de esas aparentes sincronías cuyo significado está vuelto hacia adentro ...... Las imágenes, las personas, las cosas, los libros plagados y marcados de vidas encriptadas están allá afuera, acumulándose capa tras capa, rastros materiales y efímeros de la existencia, de todas las existencias y en esos frágiles instantes cierto susurro se abre como una donación sin sentido, obviamente intraducible pero necesaria. Aquí me refiero por ejemplo a una pequeña tarjeta postal confeccionada con una plantilla de papel como un precario fotograma que nadie alcanzó a escribir en su reverso. Patricia Moyano, una antigua estudiante de la Universidad ARCIS me la entregó tras encontrarla en un persa de Mapocho traspapelada en una caja llena de fotografías. Ella hurgaba entonces en su pasado, que es también el pasado de cualquiera. Las infinitas circunstancias que pudieron llegar a confluir en esa huella impresa en un negativo a partir de la luz que rebotó sobre unas figuras sentadas sobre una manta es un enigma que no me pertenece, así como nuestras propias fotografías ya están dejando de pertenecernos, pues pronto correrán la misma suerte de circulación, diseminándose por la ciudad siendo un enigma para cualquiera. Mejor entonces, en una suerte de bisagra, devolver a las calles aquello que no puedo atesorar y que sólo a ella pertenece. No quedaba para mí otro gesto Francisco Sanfuentes

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