Estética de la intemperie: lecturas y acción en el espacio público

15 ‘El efecto más inmediato de la tragedia dionisíaca es que el Estado y la sociedad y, en general, los abismos que separan a un hombre de otro dejan paso a un prepotente sentimiento de unidad, que retrotrae todas las cosas al corazón de la naturaleza. El consuelo metafísico - que, como yo insinúo ya aquí, deja en nosotros toda verdadera tragedia - de que en el fondo de las cosas, y pese a toda la mudanza de las apariencias, la vida es indestructiblemente poderosa y placentera, ese consuelo aparece con corpórea evidencia como coro de sátiros, como coro de seres naturales que, por así decirlo, viven inextinguiblemente por detrás de toda civilización y que, a pesar de todo el cambio de las generaciones y de la historia de los pueblos, permanecen eternamente los mismos’. Friedrich Nietzsche. Desde que la noche fue exiliada de la ciudad, técnica mediante, la dimensión ritual de lo ominoso, que implica la llegada de la oscuridad, se ha perdido. Esto en Chile es parcialmente paradójico, pues la Dictadura fue capaz de instalar la patencia inmediata del horror represivo. Y, por lo tanto, algo queda de esa imagen sacra de la noche urbana que nuestros referentes culturales (los griegos y romanos) consideraban fundamento de la visibilidad cívica. En este sentido, nuestro gran equivoco a la hora de pensar lo sagrado tiene que ver con la imagen dulcificada que la industria cultural nos transmite como idea, de este concepto. Es por ello que nos interesa volver a interrogar por esos rasgos instituyentes que llevaron a lo nocturno a ser considerado una imagen de lo sagrado. No es posible relacionarse con el espacio sin comprender las diferentes capas de significación que se encuentran en él. No es casual que Wittgenstein 1 , un autor parco en sus metáforas, haya usado la imagen de la ciudad para describir el lenguaje. Mario Sobarzo Excurso a partir de la nocturnidad cívica 1 Véase Wittgenstein, L. Investigaciones Filosóficas. Ed. Altaya. España, 1999. Especialmente el parágrafo 18.

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