Poéticas de la intemperie

79 Huellas e Inscripciones VI Me refiero a esos encuentros casuales de alguna circunstancia, un accidente, una pequeña articulación humana en la ciudad que uno pudiera reconocer, encuadrar y recoger como parte de un sentido, una suerte de coincidencia con la propia mirada, quizás si sólo una proyección psíquica que de pronto no es tan azarosa ni mera fantasía individual, pues algún guiño de las cosas tiene que manifestarse para que se constituya ese diálogo de dos que sucede en la calle. Muchas de esas cosas, fragmentos que no tienen nada que ver con el arte porque no portan la intención de tal, pero están ahí dispuestos, desinteresadamente dispuestos a nada, y sin embargo recogiendo la mirada de quién camina como paseante atento a quienes dejaron eso que llamamos un indicio, involuntario o no, que siempre se nos manifiesta en tanto presencia que contiene y nos relata a su modo lo que ya es lejano de tiempo y siempre retirándose en la bruma de lo sido. Y debemos hablar de ello porque: C ontar la lejanía es conferir presencia a lo que la presencia escapa. Pensar la lejanía es proporcionar una configuración y un ritmo a lo invisible, una lengua a lo inalcanzable. Esta aventura es la pulsión de todas las artes. La lejanía es lo lejano observado en su movimiento hacia la representación, en su devenir figura. Lo lejano observado en el tiempo y espacio en que se instala. 29 A veces también nosotros realizamos acciones sin mayor premeditación, sólo es una ocurrencia que nos propone el lugar, el encuentro con alguna inflexión material donde dejar un mensaje sin destinatario. Digo acciones porque incluso en su simpleza se resiste a ser llamada obra, es una suerte de donación que se quedará dialogando consigo misma y de tanto en tanto, tal vez con quien la encuentre. Tan sólo un rastro que en desde su orfandad exige 29. Antonio Prete, “Tratado de la Lejanía”, Introducción, Ed. Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 2010.

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