Poéticas de la intemperie

47 De ruinas huérfanas IV Hace algún tiempo, revisaba materiales posibles para una clase del Magister de Arte y Patrimonio en la Universidad de Concepción a la que había sido invitado. La primera pregunta que hice desdemi desconocimiento respecto del programa: ¿esto trata del estudio del patrimonio artístico y su conservación o de cómo el arte, sus modos, formas de mirada y de experimentar lo real o el mundo puede reconocer, desentrañar a su modo, leer o develar eso que aún no tengo definido como “Patrimonio”? Luego, esa escena o seminario en particular se denominaba “Miradas callejeras”, o sea trataba de lo que se pudiese concebir como patrimonio manifestándose en un modo de concebir la ciudad, desde sus calles. Ambos títulos, si se juntan en una misma página en blanco eran lo suficientemente seductores para comenzar a escudriñar en lo que entrañaban sus términos. Puesto a pensar en la que sería mi presentación me decía lo de siempre, que es bueno partir de lo más básico, y para mí lo más básico es ir al diccionario (el mío, el mismo que utilizo desde unos treinta años cuando comienzo a estudiar arte el año 1983/El “Pequeño Larousse Ilustrado” edición de 1963). Todo esto sin ánimo de dilucidar nada nuevo, sino sólo una forma de ponerme a pensar en esa escena y un posible énfasis que pudiera entregarme alguna novedad de lo que se supone que sé y manejo, y que a veces o casi siempre se me escapa. Entonces sigo: léase Patrimonio : lo que se hereda del padre o de la madre/ lo que pertenece a un apersona o cosa. Me interesaba obviamente dirigir el asunto hacia lo que entraña y manifiesta una ciudad en los estratos de su insignificancia y su relación con la idea de patrimonio, y más aún luego de la lectura de esa definición. En principio hablar de esas huellas es referirse a indicios, señales, marcas, vestigios o rastros que se inscriben en las psique y en las cosas, sistemáticamente como una escritura sin fin. Una cubre,

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