La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga

188 Las Lecciones de la Tormenta de Fuego y la Nueva Santa Olga pero demoró la convicción sobre la catástrofe, su magnitud y su extensión. Durante esos días estábamos en la costa de O’Higgins, en Pumanque y alrededores; cuando se dio la situación de Vichu- quén, donde perdimos tres valiosos brigadistas de CONAF que, experimentados y todo, enfrentan fuegos cruzados de grandes magnitudes y una variación de vientos y sorpresiva. Se comienza a desarrollar el fuego enorme y extenso en Las Máquinas y desde Maule y el Bío-Bío se informa una situación que pasa de grave a gravísima. “Casi en un momento” tenemos 100 focos simultá- neos de extrema gravedad. Era la Tormenta de Fuego. Salvo este “desconcierto inicial”, rápidamente se concluye que estamos frente a la catástrofe sin precedentes. Ni en el ámbito de las instituciones especializadas públicas; ni de las empresas fores- tales, que comienzan a ver amenazado severa y críticamente su patrimonio forestal; ni en los especialistas universitarios e inde- pendientes, existió la “percepción inicial” que la catástrofe llega- ra a tal magnitud, extensión y fuerza. Ello no es menor, puesto que, en los incendios, como la práctica, muestran que la percep- ción y el control inicial son claves. Ello no ocurrió por mala voluntad ni mera ineficiencia. Dispo- níamos de pocos sistemas de información para el tratamiento “en línea” de incendios en diferentes territorios y prontamente teníamos entre 500 y 700 kilómetros de nuestro secano coste- ro con muchos incendios muy graves. Los pronósticos de clima comienzan a sobrepasar el 30-30-30 (grados de temperatura, humedades y velocidades del viento). Las situaciones críticas se acumulan. Se observa rápidamente que los equipos y las briga- das forestales de la CONAF, el Ejército y las empresas son insufi- cientes. En el minuto que se constata la catástrofe, la Presidenta establece el Estado Constitucional de Catástrofe, se define auto- ridad militar en algunas comunas críticas y, posteriormente, en la totalidad de las regiones amagadas se constituye un comando central permanente y se organiza los comandos de trabajo en cada una de las regiones afectadas. Es cierto que es notable que en “tres o cuatro días” se organice una respuesta nacional bastante inédita y sólida. El país asume la crisis, los medios de comunicación y sobre todo la TV empiezan sus trasmisiones en directo, comenzamos a seguir el día a día y sus respectivas noches con tensión y atención. Vamos llegando a las 100.000 hectáreas destruidas y llegaremos a las 500.000 en “cosa de días”. Son 15 días de furia del fuego. Es la Tormenta de Fuego en todo su esplendor. Tenemos que recurrir a más medios de combate aéreo; multipli- car las brigadas terrestres; programar las operaciones aéreas y los abastecimientos de agua para su operación continua; asegurar la defensa de los asentamientos poblados y, comenzar a construir cortafuegos, con toda la maquinaria disponible posible. Se ini- cian las decenas de batallas en cada territorio. A lo menos diez frentes gravísimos y simultáneos. Son los incendios más grandes de nuestra historia. Allí también comienza a gestarse un comando público o estatal, donde desde Presidencia, y sobre todo desde el Ministerio del Interior, se lleva el control de las magnitudes, de los frentes, de los medios disponibles y de las estrategias de ataque al fuego. En paralelo, comienza una relación singular e innovativa con el sector privado, léase las empre- sas directamente afectadas forestales que observan como sus gran- des plantaciones están siendo arrasadas, y también las empresas de servicios eléctricos, energéticos, de aguas y de servicios en general, para asegurar su operación con mínimos estándares de cobertura.

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