La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga

19 Comienza a desarrollarse el Combate al Fuego. Los Medios Comunicación lo van presentando en cadena y el país está en vilo. Rápidamente se toma conciencia que la catástrofe es de enorme magnitud, que se cuenta con medios precarios, que el clima combinado de altas temperaturas, escasas humedades y régimen variable de vientos permanecía estable y sin variacio- nes en el tiempo. Hay a lo menos 12 días de extrema intensi- dad, incertidumbre abierta y un fuego muy descontrolado en distintas partes del secano costero nacional de las regiones de O’Higgins, el Maule y Bío-Bío. Allí hay una decisión presidencial significativa, que es la de resguardar sobre cualquier otra consideración la vida de las personas y los asentamientos humanos. Este resguardo se hizo extensivo a aquellas unidades estratégicas que podían aún extender el fuego, como plantas industriales, centros energé- ticos o instalaciones que podrían amplificar la peligrosidad que ya se vivía. La consideración de que se hayan producido solamente 11 víctimas directas de los megaincendios, si bien es un hecho lamentable y doloroso, es de gran significación en la operación de combate al fuego. Para ello la estrategia definida al propio nivel presidencial se desplaza a CONAF, a la ONEMI, a las empresas, a las FFAA y a los Carabineros y, desde allí, a los Bomberos voluntarios y otros organismos e ins- tituciones de apoyo a la comunidad. Con particular relevancia la instrucción estratégica caló hondo en los Municipios de las zonas amenazadas por el fuego. La otra consideración fue que a la fuerza arrasadora de los incendios no llegara a ciudades y/o zonas urbanas, con lo cual teníamos la amenaza de tener un megaincendio similar al sufrido en el gran Valparaíso. El gran Concepción representaba la principal amenaza urbana. Muchas localidades como Empedrado, el mismo Cauquenes, d) Lo, más grave, no teníamos un diseño de respuestas es- calonado, que considerara el impacto simultaneo del fue- go simultaneo en territorios y zonas distantes y que éste adquiriera las características de lo que técnicamente se denomina “Tormenta de Fuego”. En consecuencia, la precaria capacidad de respuesta era parte del problema. En los primeros días del Megaincendio, se mostró toda nuestra abierta fragilidad. Contra lo anterior, una vez constatada la magnitud inusitada de la catástrofe, la respuesta gubernamental, privada y social co- mienza a establecerse. El Gobierno al reconocer la envergadura y lo incontrolable de la crisis, decreta el Estado Constitucional de Catástrofe, como ya había sido utilizado en varios de los de- sastres precedentes en los dos años anteriores. Ello implicó al despliegue eficaz de un mando militar sobre el orden público y el trabajo desde el inicio coordinado entre las FFAA, Cara- bineros y los organismos públicos y privados que directamente estaban en el enfrentamiento del complejísimo fuego. También, de modo adecuado, se establecieron las cuatro regiones donde la catástrofe estaba declarada, incluyendo a la región de la Arauca- nía que estaba fuertemente amenazada, aunque la situación allí amaino rápidamente. Se crearon “mandos regionales” e incluso se dispuso que un Ministro de Estado acompañara la dirección que el respectivo Intendente Regional y el mando militar ha- bían constituido. Un mando central de la catástrofe con un rol relevante de la Presidenta de la República, del Ministerio y Sub- secretaria del Interior, de ONEMI, CONAF y los Ministerios más directamente involucrados. Se estableció con trabajo diario y continuo. Chile entró al día 5 ó 6 en “estado cabal de catástro- fe”, comenzado a movilizarse recursos y equipos profesionales inéditos, los correspondientes a una Tormenta de Fuego.

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